= Una historia narrada por Juan Manuel Ley López
= Primeros indicios: en el poblado de Tayoltita, Durango
= Patrocinador único de cuatro equipos en la Liga Central
= Fundó Tomateros, para la Liga del Noroeste, en 1960
= De los primeros miembros del Salón de la Fama del Beisbol
Don Juan Ley Fong transitó de la mano del siglo XX, a partir de su nacimiento, en el año de 1900 en el puerto de Mazatlán y hasta su muerte, el 26 de marzo de 1969, aquí en Culiacán. Don Juan; su esposa e hijos, habían llegado a Culiacán en 1954 para fundar la Casa Ley, una tienda grande, inmensa para la capital del Estado; pero rústica, al ser un centro de innumerables operaciones comerciales a diario – tanto de menudeo como de mayoreo – con un enorme mostrador de por medio, entre clientes, despachadores y los dueños de la empresa, con jornadas de hasta 14 horas por día, sin descanso de fin de semana.
Era, en efecto, un “tiendón”, que con el paso de los años comenzó a adoptar nuevas técnicas y estrategias de venta (no siempre con la anuencia de don Juan), hasta convertirse en precursor del comercio moderno y posteriormente en la cadena de tiendas de autoservicio más grande del Noroeste de México y hoy día, una de las más importantes de nuestro país.
Hasta aquí, todo en orden.
En su calidad de fundador y propietario de Casa Ley SA, hay que colgarle al señor Juan Ley Fong todas las medallas habidas y por haber, con el aval pleno de toda la sociedad de Culiacán en particular y la del Estado, en lo general. Todavía al día de hoy, sin embargo, mucha gente no termina de entender como es que don Juan Ley, descendiente de chinos, pudo convertirse en un gran impulsor y en uno de los padres del beisbol profesional en el Noroeste de México.
Cierto, en la actualidad, el beisbol es ya uno de los deportes más populares en la legendaria China; pero a principios de la centuria pasada su práctica era desconocida. Don Juan fue un hombre forjado literalmente en la cultura del esfuerzo; que hizo del trabajo una religión y que tuvo la visión suficiente como para crear una empresa de clase internacional. Todo esto – además de un reconocimiento unánime – es del dominio público; pero la inquietud persiste: ¿de donde su devoción por el beisbol?
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En una apretada síntesis, para entrar en contexto – de una amplia historia en nuestro poder - aquí los orígenes de don Juan Ley Fong, contada al periodista por su hijo mayor, Juan Manuel Ley López, años atrás:
“Mis abuelos llegaron a Mazatlán en 1898, en busca de trabajo, a bordo de un buque de vapor, procedentes de un país, como China, donde la situación económica era crítica y obligaba a indagar por métodos de subsistencia, así fuese en el otro lado del mundo. Don Juan nació en 1900 y vivió su primera infancia en Mazatlán, hasta 1905, cuando mis abuelos decidieron regresar a su país; a la provincia de Chung San, comunidad cercana a la zona de Catón.
En esos primeros cinco años, la familia vivió en una comunidad de inmigrantes chinos, cuyas costumbres y estilo de vida, idioma y alimentación eran propias de su país, de tal modo que mi padre tuvo nulo o escaso contacto con México y con la lengua española. Como si hubiese seguido en China, prácticamente.
De regreso a China, la familia se instaló, de nuevo en Chung San, donde mi padre cursó sus primeros grados de escuela, sometido a la rigidez de la disciplina oriental y bajo la estricta autoridad de sus padres, situación que le originó recurrentes fricciones con mi abuelo, al grado tal de que en una noche de aquellas abandonó su casa; se dirigió a los muelles y se trepó a un buque anclado en el embarcadero, a fin de pasar ahí la noche, con la sana intención de regresar al día siguiente, al hogar familiar.
Sin embargo, cuando mi padre se despertó, como guión de película, se percató que su barco navegaba ya por altamar. Que había zarpado en el curso de la noche y que comenzaba a perfilarse, sobre las aguas del Pacífico, al continente americano y por ende, que viajaba como el clásico polizón. Cuando fue detectado, al capitán del barco no le quedó otra alternativa que admitirlo como un miembro más de su tripulación. Le asignó tareas específicas para un jovencito de once años de edad, con la indicación precisa y contundente que debería abandonar el barco, en el primer puerto a atracar.
Precisamente ese primer puerto fue Mazatlán, donde todavía radicaba una gran comunidad china, incluso un pariente llamado Sixto Pang, propietario de una tienda bautizada como “La Balanza Legal” y que se ubicaba en una de las mejores zonas del puerto: en el cruce de lo que es hoy el paseo “Olas Altas” y “El Centenario”. Sixto Pang, le dio alojamiento, a condición de que tenía que trabajar, para poder ganarse la vida, por su propio esfuerzo. Y su primera ocupación fue la venta de pequeñas bolsas de carbón, que era el combustible de mayor demanda por aquellos tiempos y el principal giro de “La Balanza Legal”.
Fue en ese ambiente que mi padre comenzó a desarrollarse físicamente; evolucionó de niño a joven e inició relaciones con personas de su misma edad, para un apropiado periodo de socialización. Don Juan era ocurrente, conversador, con iniciativa propia, increíblemente simpático y con un acento único de hablar, que pronto le permitió hacerse de una legión de amigos, quienes le facilitaron su nueva vida en nuestro país.
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Y bien.
Con el paso del tiempo, ya con 40 años de edad, ya casado con mi madre Rafaela y con nosotros, sus hijos a su lado, mi padre cayó en Tayoltita – zona limítrofe entre los estados de Sinaloa y Durango, en franca huida de la persecución contra los chinos, empujada por el gobierno de la República, acusados de enriquecimiento a costillas del pueblo mexicano. En la escapada, mi papá perdió, por primera de tres ocasiones, una pequeña fortuna, construida con su trabajo honesto y emprendedor. Al llegar a Tayoltita, no llevaba un centavo en la bolsa y tuvo que comenzar, de nuevo, como proveedor de servicios de la empresa minera “San Luis Minning Company”, que era el eje de la economía regional”.
Y ahí, en Tayoltita, comunidad ubicada en la zona limítrofe entre los estados de Durango y Sinaloa, surgió, en don Juan Ley Fong, su amor por el beisbol”.
Sigue el relato de Juan Manuel Ley López:
“En la minera, trabajaban muchos jóvenes ingenieros, traídos especialmente de la ciudad de San Francisco, de donde era la familia Hearts, propietaria de la compañía. Justamente para que sus trabajadores tuvieran un motivo de distracción, los dueños de la empresa se coordinaron con el ayuntamiento de Tayoltita a fin de organizar un torneo de beisbol, al que se convocaría a todos los jóvenes del pueblo. La idea prendió de tal modo que rápidamente se integraron seis equipos; cuatro de ellos los patrocinó la minera y los otros dos el municipio de Tayoltita.
Precisamente en uno de los equipos de ayuntamiento jugué yo, alentado por mi padre y contagiado por la invitación de la minera. Era el short stop del equipo y no lo hacía mal a la defensiva; pero tenía problemas para batear. Mi padre no se perdía un juego, domingo a domingo y así como era mi “fan” número uno, también era mi crítico más exigente, como si fuese un scout profesional.
Y si. Ahí nació su gusto por el beisbol, transformado en pasión, con el paso de los años”.
¿Quién osaría pensar que, en el curso del tiempo, se transformaría en uno de los principales impulsores de la Liga Mexicana del Pacífico y en propietario, además, de uno de los equipos con más títulos en la historia del beisbol invernal?
Bien.
Vamos de nuevo al relato de Juan Manuel Ley López:
“Ya en Culiacán, un año después de la instalación de Casa Ley, don Juan comenzó a patrocinar equipos amateurs, que tomaban parte en las ligas locales, a pesar de que el crecimiento de la tienda demandaba prácticamente el cien por ciento de nuestra atención. Ya agonizaba la Liga de la Costa el Pacífico y cuando esta desapareció se dio a la tarea de organizar una liga semiprofesional que bautizó como Liga Central, a la que llegaron, incluso, peloteros extranjeros; muchos cubanos, entre ellos.
La Liga Central tuvo cuatro equipos: Casa Ley, el Varejonal – con el apoyo de la compañía que construía la presa “Adolfo López Mateos” -, Navolato y Guasave. A mitad de la temporada, sin embargo, todo mundo se rajó y mi papá quedó colgado de la brocha. Y su decisión lo pinta de cuerpo entero: optó por pagar, él solo, las nóminas de los cuatro equipos, para evitar el fracaso de la Liga y mantener la efervescencia por la pelota. De ese tamaño era su pasión por el beisbol. Solo él pudo haberlo hecho de esa manera, a pesar de que nuestra empresa todavía no entraba, ni de cerca, en un periodo de consolidación.
Por ese tiempo, terminó por desaparecer la Liga de la Costa del Pacífico y surgió, casi de inmediato, la Liga de Sonora, que no tuvo representante de Culiacán, porque simplemente nadie quiso tomar el toro por los cuernos, como dice el clásico.
Don Juan, entonces, volteó a ver a la Liga del Noroeste, donde ya jugaban los Venados de Mazatlán, uno de Gomez Palacio – Durango – y cuatro de Nayarit: Acaponeta, Tuxpan, Santiago Ixcuintla y Tepic. Le entró, para la temporada 1960-1961 y ¡ahí vamos de nuevo! Ya con Tomateros de Culiacán, como club. Fueron cinco campañas, al cabo de las cuales, mi padre dio el gran salto: a la Liga Sonora-Sinaloa, convertida posteriormente en Liga Mexicana del Pacífico”.
Y bueno.
Hasta aquí la historia contada por Juan Manuel Ley López, en la que nos explicó – como parte de un trabajo periodístico bosquejado durante el año de 2011 – como fue, exactamente, el surgimiento del amor por el beisbol en su padre, don Juan Ley Fong. Un misterio, hasta ahora, por los nuevos aficionados a este deporte.
El resto ya es de su conocimiento pleno porque el tema lo hemos abordado de manera recurrente en estas columnas que tienen el beisbol profesional como su especialidad.
Don Juan Ley Fong, subrayamos, falleció el 26 de marzo de 1969 y la vida le alcanzó para gozar el campeonato logrado en la temporada 1966-1967. La campaña 1969-1970 llevó su nombre y el equipo honró su memoria y lo homenajeo con la conquista de lo que fue, apenas, el segundo título, de ahora doce, en la historia de Tomateros de Culiacán.
El Salón de la Fama del Beisbol Mexicano abrió sus puertas en 1973 y fue, don Juan Ley Fong, uno de los primeros en contar con un nicho en el salón de los inmortales, en una decisión unánime por los miembros del Comité Elector.
Y es que, honor a quien honor merece.
Sencillamente…
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