columna oscarHemos olvidado a la naturaleza;

pero la naturaleza no se olvidará de nosotros

cuando seamos arrastrados, en su trágico final,

por las calamidades de la negligencia más monumental de la historia.

David Huerta

–La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. –Dijo sabiamente Charles Chaplin. Lo han confirmado con creces los más de dos millones de años de nuestro errar trashumante en el planeta. Para sobrevivir tuvimos que cambiar y adaptarnos a lo que la naturaleza ofrecía y a sus condiciones, no siempre prometedoras. Bajar de los árboles y caminar erectos fue tan necesario para adaptarse y sobrevivir en mejores condiciones. Procurarse alimentos, abrigo y techo demandó despliegue de inteligencia. Era la aurora de los tiempos.

 

El trabajo se volvió imprescindible para lograrlo y mientras combinábamos talento y creación de herramientas, resolvimos problemas, en tanto nuestro cuerpo también sufría cambios: las manos evolucionaron, los pies y las piernas encontraron la forma terrestre de locomoción, mientras la columna vertebral se modificaba, rematándola un cerebro con mayor capacidad para resolver situaciones complejas.

 

Con toda la veteranía que acumulamos, hay lecciones que no hemos aprendido todavía. Y envalentonados con ciertas posibilidades tecnológicas, creemos poder emprenderla contra la naturaleza de manera irracional. Nuestro comportamiento en los últimos 500 años habla que por acumular riquezas destruimos bosques, contaminamos mantos acuíferos, empobrecemos la calidad del aire, secamos mares y segamos vidas (incluidas las de nuestra especie). La capacidad de recuperación de la tierra manifiesta, desde hace algunos años, el principio de fatiga. A tal grado que el organismo Global Footprint Network, señaló hace algunos meses que para el 28 de julio pasado ya habíamos consumido los recursos naturales que, prudentemente se aconseja, debimos consumir en todo el año, permitiendo al planeta recuperarse. Estamos en un peligroso sobregiro en detrimento de las generaciones venideras.

 

El Covid-19, esa pandemia que aún no liquidamos del todo nos ha sacudido desde la crin hasta la cola (como dice mi madre) y acompañada de una crisis económica, nos ha gritado en un doloroso silencio lo vulnerables que somos a final de cuentas y que, en todo juego, incluido el de la vida, hay trancas que no se pueden brincar, so pena de provocar el colapso. ¿Y qué ha pasado? Nada. Preocupa sobremanera que no haya nueva legislación ni políticas públicas que apunten a cambiar de actitud ante la naturaleza y nuestro depredador estilo de vida.

 

La Alianza Ambientalista Sinaloense, la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa y la Cooperativa de Pepenadores Progreso de Culiacán, preocupados porque la burocracia y los diputados caminan con pies hispiados, hemos recorrido el estado para promover inquietudes sobre el tema del tratamiento integral de la basura y una iniciativa de ley para conformar Organismos Operadores de los rellenos sanitarios (que tampoco existen en el estado). Ya realizamos un I Foro estatal y se inició la interlocución.

 

Tras la postura moderada de los funcionarios del gobierno del estado y de la Comisión de Coordinación Política del Congreso del Estado, se observa que hay una idea de atender el problema de la basura (residuos sólidos) a través de empresas privadas, sin la visión y el concepto ambientalista expuestos arriba. Al menos contamos con iniciativas de los ayuntamientos de Ahome y Mazatlán, que han hecho públicos los contactos con empresas de Inglaterra y de Estados Unidos, respectivamente. Se olvidaron del compromiso de cambio.

 

¿En qué consiste nuestra propuesta? Bajo la filosofía de una economía circular, nos interesa promover el uso y reuso de los recursos y bienes que consumimos, reduciendo al máximo la irresponsable práctica de úselo y tírelo, lo que nos lleva a la conservación racional de los recursos disponibles. Pero buscando armonizar los intereses de todos, de los que tienen en demasía y de los carecen de lo elemental, nos acercamos a los principios de la economía social y solidaria. Y planteamos: no a la privatización de los servicios de recolección, traslado y reciclamiento de la basura. Los residuos sólidos urbanos los generamos todos y son patrimonio de todos. Su tratamiento debe descansar en una empresa pública. Y las ganancias que generen deben destinarse a los trabajadores que prestan sus servicios en las áreas de aseo y limpia de los ayuntamientos y quienes pepenan en los rellenos sanitarios y basurones y por la calle. Sería un crimen obsequiarlos al sector privado.

 

¿Por qué es una oportunidad? Porque emprender la iniciativa de Organismos Operadores coincide felizmente con la importancia de retomar lo social como destino del quehacer público y dimensionar un nuevo estilo de vida, ese que nos pide a gritos la crisis ecológica, donde compartamos de manera solidaria los beneficios del desarrollo. Comenzamos nuestro caminar sobre la tierra modificando la postura física, consolidemos nuestra andadura cambiando nuestra actitud ante la madre naturaleza. El derecho humano a un ambiente sano exige una nueva legislación y políticas públicas que se armonicen con la naturaleza. Cuánta razón tienen David Huerta y Charles Chaplin. Vale.  

 

www.oscarloza.com

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Twitter @Oscar_Loza