Si no dais a la naturaleza más de lo necesario,
la vida humana vale menos que la de la bestia.
William Shakespeare
Isabel fue detenida cuando robaba alimentos en un supermercado de Culiacán. Compareció ante un juez penal no ante uno de la barandilla de policía. 500 pesos y una exhibida pública costó su libertad. Su caso, siendo un verdadero escándalo, apenas despertó la atención de algunos medios y de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa. ¿Qué hay detrás del robo de alimentos en tiempos de Covid-19? Existe una situación en la que hemos insistido una y otra vez: muchas personas vieron desaparecer sus empleos y sus ingresos. Y ahora viven una verdadera tragedia junto a sus familias, sin que haya autoridad que registre un padrón de ellas y se ocupe de torear esa crisis de manera solidaria.
A sus 25 años, ¿tiene Isabel hijos o padres en situación desesperada? No lo sabemos. Tampoco le interesó eso a la autoridad que la aprehendió ni al juez ante quien compareció. Menos a las cabezas del Ayuntamiento que piensan que la ruina y la exclusión social que provocó el coronavirus es cosa ajena a ellas, aunque ya andan alborotadas por conseguir los votos de esas almas en pena. Ante la tragedia de Isabel, cualquier discurso y sonrisas de campaña resultarán huecos de contenido y de compromiso. Hay muchas Isabeles en Culiacán y en el país que, en el silencio más atronador, reclaman atención y una estrategia anticrisis y anti Covid-19 favorable a los pobres.
Que no nos digan que mentimos, pues hace unos días la prensa nacional nos recordaba que la pandemia ha dejado un saldo de 391 mil 414 negocios menos en México. Incluso nos dicen que el promedio de trabajadores de las empresas que sobreviven bajó de 3 a 2.7. Los voceros patronales afirman que el país “pierde 676 mil 589 empleos formales a un año del primer caso de coronavirus”. Triste, pero demasiado claro el panorama laboral. En febrero el índice de personas registradas en el IMSS cayó 3.3%, frente a febrero de 2020.
Mientras nosotros sobrevivimos las crisis sanitaria y económica muy a la manera de los países tercermundistas, Europa enfrenta su tercera ola de contagios del Covid-19 entre medidas que restringen la movilidad, protestas en las calles y retrasos en la aplicación de las vacunas. Endurecen este tipo de medidas Holanda, Francia, Reino Unido y Alemania (que luego dio marcha atrás ante el empuje de las protestas). Pero todo el poder de gestión de la Unión Europea no ha podido resolver la entrega puntual de las dosis de vacuna de AstraZeneca, lo que la pone en situación muy difícil de superar su crisis.
Brasil vive los aprietos mayores de este continente, pues Río de Janeiro cierra sus playas ante el arranque de Semana Santa y se ve en la necesidad de usar el ejército nacional para las labores de desinfección del emblemático Cristo Redentor. Por encima de la zona de Río se ubican Amazonas con 282 muertes por cada 100 mil habitantes y Roraima con 209, respectivamente. Se intenta controlar los contagios en esos lugares. Ojalá las medidas ayuden al alivio de la situación.
En otros renglones de la situación internacional, merece la pena mencionar los siguientes: El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), emitió el pasado martes 23 un bono social de género por 2 mil 500 millones de pesos. No es suficiente para atender a los millones de mujeres que han sido golpeadas por la crisis económica en el marco del Covid-19 en el continente, pero siendo el segundo bono emitido en un año, permite tener una visión más completa de la magnitud del problema al que se enfrentan. Enhorabuena.
Hay otros problemas de salud que también son consecuencias de la pandemia y de la crisis económica que asomaba la cabeza en 2019 y se profundizó con el coronavirus. Me refiero a la salud mental de amplios estratos sociales. No pocos especialistas comentaron el problema desde los primeros pasos que dio el Covid-19. Las malas experiencias de otras crisis económicas y de pandemias anteriores, daban pauta para adelantar que los daños que provocaron crisis económicas como la de 1929-33 y la de 2008-09, en la conducta de muchas personas, bien podríamos evitarlos, con un plan de choque social.
La Gripe Española (pandemia) y las cinco epidemias que padecimos entre 2003 y 2019, dejaron huellas en nosotros no muy fáciles de desterrar: “cuadros ansiosos depresivos de carácter reactivo, trastornos del sueño, graves sentimientos de culpa, conflictos familiares, violencia machista, problemas asociados al abuso del alcohol y un aumento de las muertes por suicidio debido en su gran mayoría al empeoramiento de las condiciones de vida, del empleo, de la amenaza de la pobreza y la exclusión social”, según el investigador español Sergi Raventós. Todo ello se ha agravado en el marco de la situación actual. Y todo lo anterior nos pone en un predicamento, porque si la autoridad no ha avanzado ni un centímetro en la creación de un padrón de pobres víctimas de la pandemia, menos se dispone a elaborar un plan de choque social, que ayude a los desesperados a enfrentar en mejores condiciones el tsunami sicológico que ha significado crisis económica y Covid-19. Vale.
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