columna oscar

 

A pesar del optimismo de los mercados financieros,

el retorno a la normalidad se está evaporando en el horizonte.”

Michael Roberts

 

—Vamos a tener Covid-19 por algún tiempo más y junio es un mes crítico. — Dijo Marcos Espinal, director del departamento de enfermedades transmisibles de la Organización Panamericana de la Salud. Su jefa, Clarissa Etiene refuerza esa preocupación señalando que hay información de que el virus está creciendo en lugares que tenían pocos casos. Enfoca su preocupación en México, Panamá, Costa Rica, Chile, Venezuela y Haití.

La expansión del coronavirus no es, por desgracia, la única mortificación de estos días. —Nuestros sistemas alimentarios nos están fallando y la pandemia de la Coivd-19 está empeorando aún más las cosas. —Dijo Antonio Guterres, Secretario General de la ONU. Y hace un llamado a tomar medidas urgentes para atajar esta situación que ya está encima, pues “cada vez está más claro que habrá una emergencia alimentaria mundial inminente que podría tener repercusiones a largo plazo para cientos de millones de niños y adultos.”

Los números que exhibe Guterres sacuden al más pintado: hay más de 850 millones de personas hambrientas en el planeta y el coronavirus puede dejarnos otros 49 millones más en ese deplorable estado. Cuando casi arribamos a los 6 meses del registro del primer caso de Covid-19 en Wuhan, no pocos analistas hablan de los probables porcentajes de caída del PIB mundial a causa de la pandemia y la recesión que ya se arrastraba desde 2019. Unos hablan del -5, otros del -7 y hasta del -9 por ciento. Con cualquiera de los porcentajes, al Secretario General de la ONU le cala que “cada punto porcentual del PIB global significa otros 700 mil niños con retraso en el crecimiento”.

De todo ello se derivan orientaciones muy concretas hacia los países miembros: que centren su atención “donde el riesgo es más grave”, que los servicios de alimentación y de nutrición se declaren como esenciales, no interrumpir la ayuda humanitaria de alimentos y medios de vida y garantizar las cadenas alimentarias. En torno a esto sigo creyendo que no sólo hay que identificar los focos que el registro diario por localidad y regiones nos dibuja, que es muy necesario identificar las necesidades en dichos puntos geográficos y un trabajo preciso que arroje un padrón de los que deben ser ayudados.

No objeto la continuación de los llamados megaproyectos del Gobierno Federal como el Tren Maya o el Aeropuerto de Santa Lucía, pero su localización y alcance no impactan toda Nación. El Estado debe revisar todo el Plan para la atención de la emergencia y el presupuesto destinado al mismo. Si el impacto negativo que tendrá la economía mexicana este 2020 ronda el estimado del -9 por ciento del PIB, los esfuerzos hechos por el Gobierno de AMLO (loables sin duda) serán insuficientes. Los datos del IMSS indican que en los meses de enero y febrero se creaban 3 mil 202 empleos por día y que en los meses de marzo, abril y mayo hemos perdido 11 mil 509 empleos diarios. Recuperarlos demanda una redefinición del Estado frente a la deuda, los capitales y un acuerdo con los empresarios, como resultado.

La caída del PIB en América Latina para este 2020 puede ser equivalente a una década perdida de crecimiento y el de México al menos a 8 años, afirman analistas. La recuperación, por lo tanto, no es un problema de mera voluntad. Ello le da la razón a quienes, como Alfonso Ramírez Cuéllar, proponen que el Estado debe retomar el tema del financiamiento de las acciones del Gobierno para gestionar la crisis.

La autosuficiencia alimentaria es un objetivo de la 4T y un viejo anhelo de los mexicanos, desde 1965 en que empezamos a importar granos. Entre las cosas que ha desnudado el coronavirus es la situación que vive el campo mexicano y las posibilidades que tiene de remontar su mal estado y convertirse en el sector de la economía que garantice el pan en la mesa de todos los mexicanos. El martes 9 hubo una movilización de productores de maíz en Sinaloa: más de 500 kilómetros de plantón con maquinaria agrícola, dijeron los medios. Allí estaban ejidatarios, pequeños y grandes productores. Allí estaba el reclamo de cumplimiento de la palabra empeñada por parte del Presidente Andrés Manuel. Más allá de los 4 mil 150 pesos por tonelada de maíz, debe imperar la visión de Estado sobre la soberanía alimentaria. Y esa debe tratarse con todos los productores, incluidos los grandes.

Por lo demás, por donde no nos llueve nos cae sereno. Esas fuerzas conservadoras que durante esta crisis del coronavirus han apostado a que la gestión de la misma sea un rotundo fracaso, aunque nos vaya mal a todos, ahora cobran rostro a través de un documento-plan con el calce de Bloque Opositor Amplio (BOA). Algunos personeros de la derecha se han deslindado y hasta declaran que es un fantasma con el que López Obrador levantará una cortina de humo frente al Covid-19. En México los fantasmas como Pedro Páramo se quedaron en el Comala de Juan Rulfo, los demás son tan reales que juegan a la bolsa y a la especulación del peso frente al dólar. Hasta el mes de abril habían sacado del país 206 mil 743 millones de pesos. No nos crucemos de brazos. Vale.

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