columna oscar

 

Nuestro reconocimiento al grupo de soldados que atendió la emergencia en el Hospital del IMSS el pasado día 6 de marzo.

 

Dijimos que las jornadas de los días 8 y 9 de marzo serían un tsunami social. Y lo fueron. No faltaron quienes señalaron que para la Ciudad de México el Paro del lunes 9 equivaldría al PIB de un día para dicha entidad. La Revista Forbes le puso una cifra concreta: 30 mil millones de pesos dejaron de generarse ese lunes que nos adelantó la primavera. Estimación válida para la ciudad capital. En las siguientes semanas quizá el Banco de México, la Secretaría de Hacienda y los organismos de la iniciativa privada aporten datos duros sobre las consecuencias que tuvo la ausencia programada de las mujeres de sus centros de trabajo, estudios y de los santuarios del comercio. Esas pinceladas nos dibujarán mejor la situación que estamos tratando.

 

En Culiacán las estadísticas no son aún imprescindibles, echamos mano de ellas para algunos análisis y en otros consideramos que nos dificultan el poder aterrizar en conclusiones muy puntuales. Sin contar con números adelantados para el paro del día 9 en Culiacán, al menos hay que retomar los testimonios de periodistas que desde temprano recorrieron las empresas Ley, Coppel, los bancos y otras más, para observar si había asistencia nutrida o no de mujeres empleadas en esos centros de trabajo. Lo mismo hicieron para registrar la presencia de mujeres comprando o testimoniar su ausencia.

 

La información parcial recibida nos dice que un promedio del 40 por ciento de las empleadas de estas empresas comerciales se encontraban laborando y que el Banamex cerró la matriz y tres sucursales más. El paro en Culiacán, ¿costó el PIB de un día para la ciudad o fue menor? Ojalá nos ayuden en el cálculo las cámaras de comercio y las instancias oficiales. Dos observaciones pueden ayudarnos a tener una idea más precisa de lo que pasó en materia económica el lunes 9: quienes recorrieron las calles del centro ‒tarea que personalmente realicé también‒, informan que vieron las rúas desoladas y un mínimo de mujeres comprando.

 

José Hernández, presidente de un organismo de vendedores ambulantes, dice que él no abrió su puesto por la certeza de que las mujeres no asistirían al centro de la ciudad. Los ambulantes que abrieron le informaron que no vendieron nada. Las mujeres ‒nos dice‒ son quienes hacen el grueso de las compras. Sin tener los números que hablen sobre la dimensión económica del paro del lunes 9, hay otros aspectos no menos importantes que nos indican la estatura y la trascendencia de esa jornada. Me refiero a las demandas y reclamos de las marchas y del paro, y a las respuestas y trato que les dispensen el Estado y la sociedad.

 

Reclamos y demandas sobre igualdad en la vida económica, social y política no son nuevas, tampoco sobre el derecho a decidir sobre su cuerpo y menos el de terminar con la violencia de género. Muchos dijeron: y después del día 9, ¿qué sigue? Creo que no es difícil el horizonte a imaginar. Las políticas públicas en la materia deberán tener color y esencia de género y en la sociedad tenemos que dar los primeros pasos hacia una nueva cultura.

 

En la vida nuestra se ha cruzado otro gran problema: el coronavirus. Que dejará más pobres que muertos ‒dice el analista Omar Hassan‒. Coincidimos con él en que esa es la verdadera emergencia. El economista manifiesta una gran verdad cuando afirma que: “Tan importante como combatir el virus, si no más importante, es vacunar nuestras economías contra la pandemia de pánico que se avecina. El sufrimiento humano puede venir en forma de enfermedad y muerte. Pero también se puede experimentar como no poder pagar las facturas o perder su hogar.”

 

El Estado tiene un papel central en las medidas que deben tomarse en la coyuntura que abrió el coronavirus. El Estado como tal (no sólo sus instancias de salud) tiene que verse involucrado. Su primera obligación es parar la desinformación y todo lo que provoque miedo en la población. El gran problema es que el mismo Estado no ha sido ajeno a las campañas de miedo, cuando se trató de controlar política y socialmente a la sociedad. Otro obstáculo de dimensiones gigantes es que el Estado como colectividad (en el ámbito internacional), tampoco está reaccionando como exige la situación. Estados Unidos e Italia, han optado por el aislamiento del resto del mundo, mientras China luego de su exitosa experiencia frente al coronavirus, comparte ahora con Italia médicos y medicinas para el combate de su emergencia.

 

La ONU, que ya en 2001 probó sus limitaciones al ponerse al servicio de los intereses norteamericanos, en lugar de agotar sus recursos diplomáticos para impedir las guerras en el Medio Oriente, poco o casi nada puede hacer ahora para convocar a sus miembros, con el fin de elaborar una estrategia que, atendiendo los aspectos de salud que plantea la emergencia del coronavirus, centre el resto de sus energías e inteligencia en vacunar la economía internacional, que de no atenderse anulará los avances logrados contra la pobreza a través de los llamados Compromisos del Milenio. Una reunión del Consejo de Seguridad y luego una sesión del Pleno, ¿serán posibles hoy? No sé, pero sí son deseables. Esa guerra comercial entre EU y China, ¿tiene sentido ahora? Y el enfrentamiento entre Rusia y Arabia Saudita por los precios del petróleo, ¿a dónde llevará? ‒Vacunar nuestras economías contra la pandemia de pánico que se avecina.  ‒Dice Hassan. Y tiene mucha razón. Vale.

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