columna oscarY el miedo, una compañía constante.

Leonardo Padura

 

Volvimos a confinarnos. Hace algunos años lo hicimos obligados por el Covid-19, ahora lo hacemos por razones de violencia. Desde el infausto jueves 25 de julio lo temíamos y lo esperábamos con el corazón estrujado. Sobreviviendo con el Jesús en la boca, pero siempre apostando a una existencia en la normalidad, unos entregados al trabajo, otros yendo a la escuela, a los campos deportivos y a una y mil cosas que solemos hacer. Buscamos integrarnos en cuerpo y alma a la vida económica y social, aportando un granito de arena a la riqueza que genera la sociedad sinaloense, pero sin perder de vista la eterna amenaza de una irrupción violenta. Vivimos como decían nuestros abuelos: con un ojo al gato y el otro al garabato.

 

Eran las 6 de la mañana del pasado lunes, cuando el ronronear de un helicóptero rompe la tranquilidad de mi barrio volando hacia el oriente, donde unos minutos antes hubo un enfrentamiento de civiles y miembros de la Guardia Nacional. Dos elementos policiacos fueron heridos. Uno de ellos lamentablemente falleció en el hospital. Ese fue el anuncio de un aciago día, pues en las horas siguientes se registraron disparos en distintos puntos de la ciudad de Culiacán con saldo de al menos otras tres vidas de civiles, un alto número de autos y camionetas violentadas y luego aseguradas por la autoridad.

 

Las redes sociales se inundan con los datos que generan estas situaciones, algunas imágenes fieles a los acontecimientos con sus datos y otras que no se corresponden a los hechos de ese día. De nuevo la acción de los amantes de las redes sociales son mucho más dinámicos que la reacción de las autoridades para responder a los hechos registrados y para salir a informar a la ciudadanía sobre las acciones violentas que se están viviendo y el consabido mensaje, en tiempo y forma, de que se está trabajando para que la normalidad regrese de inmediato a la ciudad y a las regiones afectadas. Es cierto que el secretario de seguridad del estado hizo presencia en la escena de La Campiña, coordenada del primer hecho violento, pero un tanto distante de los medios y con retraso en el tiempo.

 

El día cerró con mil rumores sobre que pasaríamos una noche sin poder dormir, alimentados por algunos hechos en La 20, rumbo al sur de la ciudad y con informaciones que narraban acciones violentas en Pericos y Recoveco, Mocorito; Navolato; ElDorado y Elota. A falta de un protocolo que le dé claridad a la autoridad y también a los ciudadanos, no faltaron las contradicciones en torno a si habría clases para el día martes. La Universidad Autónoma de Sinaloa, llamó desde el lunes al ejercicio virtual de clases ante la violencia, la SEPyC convocó a clases y entre las escuelas particulares se expresaron las dos opiniones. El sentido común en los padres de familia se impuso. Como no había certeza de lo que pasaría en la calle al día siguiente, optaron en su mayoría por no llevar a sus hijos a la escuela.

 

Y el día martes amanecimos bajo una tensa calma en la que hasta el viento temía despertar las fuerzas siniestras. La presencia mínima de alumnos en las escuelas primarias y secundarias llevó a la sabia decisión de los directores de suspender las labores y enviar a los alumnos a casa. Al poco rato comenzaron a circular informaciones sobre actividades delincuenciales. La Secretaría de Seguridad Pública manifestó que varios de los videos publicados no se correspondían con los hechos del día martes en Culiacán, pero fue aclaración tardía.

 

Las pérdidas que se lamentan en cinco municipios del estado en estos dos preocupantes días no son pocas. La autoridad debe precisar el número de vidas (de policías y de civiles) que se perdieron y los empresarios y estudiosos de la economía nos deben un cálculo de lo perdido en el comercio, transporte y otros servicios. Las calles del Centro Histórico de Culiacán lucieron el lunes y martes tan solas como si fueran las de un pueblo fantasma. El miércoles no fue la excepción. Y como bien comentan no pocos ciudadanos: cuando los supermercados y tiendas de todo tipo están vacíos algo está pasando en la ciudad y sus calles.

 

Corre el día miércoles y ya se han reportado acciones violentas en el Infonavit Humaya y el fraccionamiento Canaco y en el sector de El Mirador y colonia 16 de Septiembre; además en la zona sur de la ciudad que comprende Infonavit Barrancos y colonia López Mateos, donde incendiaron un camión de la Coca Cola y otro camioncito que transportaba mercancías. También se reporta que en algunos puntos de la autopista Culiacán-Mazatlán hay bloqueos, incluida la toma de la caseta fiscal de Mármol. Total, la UAS y algunas otras instituciones siguen con sus clases virtuales y el sentido común vuelve a tomar vida en los padres de familia, pues no llevaron sus hijos a la escuela. Y estamos en vísperas de un jueves. Ojalá este nuevo jueves se porte bien.

 

Tres cosas llaman la atención ahora: los daños que la economía sufre con la violencia ahora, encontrar la paz en las calles y la urgente elaboración de un protocolo sobre la actitud y acciones a tomar si la violencia irrumpe en nuestros barrios, centros de trabajo, escuelas, en el supermercado o en la calle. No será fácil recuperar los valores de riqueza no creados ni los ingresos no recibidos. El Producto Interno Bruto de Sinaloa (PIB) lo resentirá. Esperemos que las promociones a futuro en diversas actividades ayuden a recuperar una parte de lo perdido. Pero la autoridad debe atender dos prioridades: devolver la paz y la tranquilidad en los ocho municipios a donde ha llegado la acción violenta (Culiacán, Guasave, Mocorito, Navolato, ElDorado, Elota, San Ignacio y Mazatlán). Y debe hacerlo respetando, en todo momento, los derechos humanos. Respecto al protocolo de medidas de seguridad ante la inminente posibilidad de vernos involuntariamente dentro del primer círculo de riesgo, la autoridad se está tardando mucho para obsequiarnos esas medidas que pueden salvar vidas. Vale.

 

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X @Oscar_Loza