columna joseluis

Ahora resulta que el ex secretario de hacienda Carlos Urzúa es el culpable de su renuncia “por cobardía”, dice la ínclita Tatiana Clouthier e incluso ha sido señalado por el propio AMLO de sostener el modelo neoliberal, como si el amlovismo representara un modelo distinto.

 

De nuevo la ligereza, el “bote pronto” y la pretensión de justificación o autoprotección baña al discurso del amlovismo, como si con eso los problemas encontraran solución o pusiera a buen recaudo a sus opositores y antagonistas, como si fueran infalibles o tocados por algún ser divino.

 

Ya a estas alturas está claro que el gobierno de AMLO ha resultado ligero, obcecado y arbitrario en la toma de decisiones, incluso hasta caprichoso y con poderosos rasgos de populismo.

T

odo eso es muy lamentable porque pareciera que los miles de funcionarios que integran el gobierno de la república no razonan, o todos los problemas están resueltos y cada uno ya tiene la fórmula mágica.

 

Todo eso es una fantasía, como lo es el tinglado que ha armado en torno a las fallas que están aflorando en el gobierno federal, como el subejercicio financiero que están llevando a cabo y colocando a los estados y municipios en la inacción al no radicarles los recursos federales que les corresponden, como es el caso de Sinaloa y cuando 93 centavos de cada peso provienen del erario federal.

 

Claro que existen fallas en el gobierno federal y deben ser severamente criticadas pese a la delgada epidermis de los que ahora “son libres” y hasta pueden hablar de una renuncia porque “el pasado fue peor”, que no soportan la crítica y aun cuando la ligereza, la improvisación y el desconocimiento en decisiones cruciales como los aeropuertos, refinerías y aperturas de la frontera a la migración centroamericana, o el uso de la guardia nacional después del desatino, por señalar algunos.

 

La crítica del ex secretario de hacienda es normal, no tiene nada de extraordinaria y no debiera ser motivo para negar cuando son asuntos normales en el funcionamiento de cualquier institución, lo malo del asunto sería en todo caso que no mande quien encabeza la institución, sino los subordinados como parece ser el fondo de todo.

 

Y lo peor, que el presidente de la república obedezca más a esas decisiones que a las que asume el titular como parece ser el caso, y por el nivel al que ha escalado todo, poder ser la anticipación de una crisis y hasta un resquebrajamiento del gobierno, por esa profundidad de la división del gobierno amlovista.

 

Muchos tienen fe de que ya todo se componga en el paraíso del gobierno y no se les desborde a los dioses de ese olimpo el control de daños, porque ya ha sido tiempo suficiente y seguramente creen tener soluciones acumuladas, pero también cabe decir que los problemas han crecido y quién sabe cuál resista más.