Desde principios de los años noventa del siglo pasado se empezó a discutir, sobre todo en Culiacán, los servicios contra desastres, especialmente los servicios de Cruz Roja y bomberos, rechazándose por el PRI en el congreso del estado la creación de una partida presupuestal para bomberos y cruz Roja, o en su defecto un impuesto, o que prestarán servicios de prevención y los cobraran.
Ninguna de las tres cosas se hizo y lo mejor que pasó fue la llegada de Sadol Osorio del PAN al gobierno de Culiacán y creó tres cuarteles más de bomberos y otros tres más de Cruz Roja, en la lógica de atender los cuatro puntos cardinales de la ciudad y prestar los servicios de emergencia de la ciudad con mayor celeridad y oportunidad.
Así terminó el siglo XX y fue hasta el 2001, en el gobierno de Juan S. Millán cuando se decretó la ley de protección civil del estado de Sinaloa, dónde se estableció la creación de un sistema estatal de prevención y protección contra desastres de toda índole, Incluyendo lo que ya se debatía en los años noventa.
El fin del siglo XX nos alcanzó con que las principales cabeceras municipales del estado ya eran grandes ciudades, incluso metrópolis como Culiacán y a lo que ya apuntaban Mazatlán y Los Mochis entonces, pero además con la generalización del gas, la electricidad y las vialidades sin idea de nada al respecto.
Dejaron de ser los “ranchos grandes” y los “puebloa bicicleteros” para entrar de lleno en la urbanización y la modernización de la sociedad, ignorando infinidad de cosas del nuevo mundo.
Y junto nos alcanzaron también los apremios del cambio climático, primero con “El Niño” y luego con “La Niña”, de inmediato aparecieron los ciclones y los huracanes prácticamente todos los años, y desde los años ochenta algunos pequeños temblores, que ahora son más constantes.
Al principio de la modernidad, el gas y la electricidad causaron estragos en muchos hogares por incontables perdidas de vidas por una fuga de gas o por un “cable pelón”, que se juntaban con la ignorancia y la imprudencia que explotaban o se electrocutaban.
Han pasado ya 20 años de aquella ley que decretó Juan S. Millán, y con todo lo que ha hecho protección civil para la organización de un sistema estatal, este sigue quedándose atrás en las exigencias de prevención, capacitación, infraestructura y equipamiento que lo que tienen se lo come prácticamente la extensión de las manchas urbanas, que los problemas cuando ocurren los superan fácilmente.
Para ilustrar solo véase la capital sinaloense, convertida ya en un monstruo de un millón de habitantes, con las mismas calles de siempre, con 500 mil vehículos y casi 300 mil viviendas, los servicios de protección civil son los mismos y los diversos planes sobre el tema de movilidad urbana, drenaje pluvial y coberturas de emergencias cotidianas y ante desastres naturales prácticamente no existen, simplemente porque nadie le mete dinero y los problemas en el deterioro cada vez mayor.
No sé si ya se entendió lo que es la nueva modernidad, el cambio climático y la prevención en todo, que viendo la pandemia es muy probable que no y eso es lo primero que debe cambiar: La actitud y luego vienen las soluciones.
Bien vale la pena recordar al gobernador Renato Vega, que ante el anuncio de un ciclón o mal tiempo, que antes de que llegara tenía toda la maquinaria de las empresas constructoras afuera de palacio de gobierno para reaccionar a tiempo y con todo. O lo que ocurrió con “Manuel” en Culiacán, que Aarón Rivas convocó a la población con todo lo que tuviera para apoyar a la población afectada y aparecieron 3000 culichis con sus dobles rodado. Ellos, cuando gobernaron, tuvieron esa actitud... Ese liderazgo.