Pensar en transformar a un país significa pensar en muchos años, en periodos prolongados en los que las sociedades deben cambiar casi en todos los sentidos, por lo que no es cosa fácil y sí harto difícil, sobre todo muy compleja y siempre sujeta a los entornos y periodos históricos de algunas regiones, o del planeta mismo, por eso insistimos en que la 4T tuvo fallas de origen, y ahora su gobierno se encuentra atrapado en un escenario muy complicado, que quizá amerita rectificar y realinear algunos conceptos y ejes de gobierno.
Para empezar el gobierno de AMLO su inicio fue de una caída económica de más del 2% (de 2.2 del PIB en 2018 a -0.1 del PIB en 2019), lo que apuntaba el inicio de una recesión económica en el país, que en febrero del 2020, al entrar en la pandemia y el cierre prácticamente total de la economía, esa recesión se convirtió en una debacle que significó una caída del 9% del PIB, con brutales consecuencias en el empleo, quiebra de empresas, los salarios y los ingresos en general, que hoy dibujan un cuadro dramático en la desigualdad social.
En este periodo de tres años de gobierno de AMLO se reconoce que la pobreza creció a 67 millones de mexicanos, que hay 15 millones más de pobres que en 2018 y que aún no recuperamos el nivel de empleo de 2019, cuando faltan 600 mil, como tampoco se recuperan el número de empresas que teníamos entonces y ni se diga el nivel de ingresos de quienes mantuvieron su trabajo, cuando 4 millones de trabajadores compartieron reducciones de jornadas y salarios.
La economía anda mal y la pandemia indica que tiende a empeorar, a pesar de todos los esfuerzos, magros y dolorosos resultados con su estela de muerte y dolor, que ponen a temblar los pronósticos de recuperación económica (6% del PIB para 2021), no se diga el horizonte de que para 2023 volveremos al nivel de 2019.
Las finanzas públicas están al límite, no tienen márgenes ni para una reforma fiscal, como tampoco ninguna miscelánea fiscal (aunque ya subieron el IEPS de las gasolinas hace diez días) y todo apunta a que solo queda para que los recursos fiscales se mantengan es que mejoren la eficacia de la recaudación fiscal y se continúe con el ahorro en el gasto público. Política de austeridad extrema sería de alto riesgo.
Mientras que la crisis social aumenta, específicamente la de seguridad pública, salud y educación, cuyos índices de violencia superan en un 30% los del sexenio pasado, al sistema sanitario del país le urge una inyección presupuestal significativa, y quién sabe si los niños, los jóvenes y el sistema de educación resistan otro ciclo más a distancia.
Y para cerrar el círculo, en política los resultados electorales de MORENA fueron exitosos, ciertamente, pero ya no como el 2018, al disminuir en 4 millones de votos para diputados federales, elevaron significativamente con once gubernaturas y cientos de municipios la población que gobernarán, pero en suma son también responsabilidades que cumplir.
Este conjunto de circunstancias, en buena medida adversas para AMLO y MORENA, ameritan recalcular su estrategia y ruta. El cambio no puede ser forzado, mucho menos impuesto, y peor, en un periodo especial que ha impuesto a todos los gobiernos la pandemia, que al final está resultando la máxima prioridad y la piedra de toque de la continuidad, no de un gobierno, sino de todas las sociedades.
Por ello, me parece que la perspectiva del gobierno de AMLO y MORENA al final del día no es tan difícil reencauzar y realinear, porque, pese a todos los errores, existe un virus que todo lo descompone y nada empatiza con él, lo que lo convierte en el problema número uno y, muy probablemente, la plataforma para reencauzar todo.
¿Qué sentido tiene discutir y pelear entre todos con algo que nos amenaza y destruye a todos? ¿Se entenderá? La pandemia es una catástrofe y eso está por encima de colores y gobiernos. La sociedad es primero. Esa también es una oportunidad. Así es la política.