columna jose luis lopez duarte

No soy médico, mucho menos especialista en epidemias, pero creo que existe, como en todas las cosas, un sentido común de los fenómenos que nos permite tener nuestras propias deducciones y opiniones al respecto, más aún cuando se observan múltiples errores en el trabajo de las autoridades encargadas, y peor cuando la autoridad pretende manipular políticamente el fenómeno.

El caso de la pandemia en México fue desdeñado, mal atacado, sus consecuencias menospreciadas y desatendidas.

Las autoridades de salud pronosticaron que de llegar a 60 mil muertos en el país sería el escenario catastrófico y resulta que estamos en ese nivel y la crisis sanitaria no tiene solución.

En casi todo el mundo funcionaron las mismas medidas sanitarias: Aislamiento, cubrebocas, aseo permanente, distanciamiento social y atención temprana ante los síntomas. Mientras existió el confinamiento y la parálisis de casi todas las actividades socioeconómicas, el plan funcionó y la pandemia se mantuvo bajo un buen nivel de control.

¿Qué fue lo que pasó? Simplemente que México tuvo un arribo tardío a la pandemia, por allá en marzo, mientras en Europa alcanzaba su apogeo, semanas después su estabilización y a fines de mayo su control, asumiendo medidas extraordinarias para abordar “la nueva normalidad” (como la llamaron), pretendiendo México hacer lo mismo, cuando se emprendía la fase crítica de la epidemia.

No existía ninguna razón para empezar a reabrir la economía y autorizar el desconfinamiento, como no fuera la ocurrencia y el capricho del presidente López Obrador de que “ya se había aplanado la curva de ascenso”, “estamos en una meseta, ya la dominamos” también decía, “me apoyo en los científicos” afirmaba y al final, resultaba, por la ineptitud, por la falta de profesionalismo o por lo que usted quiera, que los encargados de la pandemia, empezando por el subsecretario Hugo López Gatell, dejaron de hacer, dejaron pasar y perdieron tiempo, oportunidades y miles de vidas, que son su responsabilidad ahora.

Hemos llegado al escenario catastrófico y, como dijo Adela Micha, “siguen diciendo las mismas pendejadas”, sobre el cubrebocas, las pruebas RPC (para detectar el COVID-19) y el programa “centinela”, cuando todo ese discurso es un total fracaso y por consecuencia insostenible.

Y lo que es peor, pretenden seguir igual, con las mismas y seguramente por la misma ruta acumulando muertos. Pero ahora, en un contexto quizá mucho más complejo y difícil que puede empequeñecer este momento catastrófico.

Si no lo cree usted, nada mas observe estas variables: No hay vacuna, no hay tratamiento, se han perdido 15 millones de empleos, 250 mil microempresas han muerto, la gente está “tronada”, empieza el ciclo escolar, el 3 de septiembre se abre la temporada de influenza en el país y el gobierno ha sido marginal en sus apoyos para paliar la caída del ingreso familiar e incapaz de adquirir solvencia financiera y reorientar el gasto para atacar estos efectos económicos de la pandemia.

Y me pregunto ¿Qué acciones hay del gobierno para detener la crisis sanitaria y la económica? ¡Casi nada! Como no sean justificaciones y para ello sería recomendable leer al buen amigo Omar Garfias en su artículo “El gobierno no se endeudó, pero el pueblo sí”, que publica “Río Doce”.

Por ello es creíble que para fines de año (como pronosticaron varios estudios) podemos tener alrededor de cien mil muertos por la pandemia, precisamente porque “las cornadas del hambre”, como dice Óscar Loza, no hay quien las aguante y con o sin pandemia la gente va a irrumpir y será muy difícil el control social, que ojalá no nos lleve a forzar otro confinamiento porque sería un caos nacional y más difícil todo. Ojalá y no siga el gobierno como va.