columna jose luis lopez duarte

 

Alguien me dijo una vez que dios curaba todo, menos la estupidez.

 

El viernes pasado, en su mañanera, el presidente López Obrador muy a su estilo descalificó a los médicos del país y con ellos a toda la comunidad del sector salud, denostándolos de profesionales “centaveros” en el desempeño de su profesión, provocando con ello una enorme irritación, tanto que decenas y decenas de organismos que agrupan a más de 200 mil médicos del país le expresaron su inconformidad y repudio a la ofensa y burla que había hecho de ellos.

 

Así pasaron viernes, sábado, domingo y lunes, muy temprano, en su “mañanera” del día, llegó la inusitada disculpa que resultó peor porque mostró el carácter frívolo e hipócrita del presidente, como si no lo hubiéramos escuchado y visto el viernes con su juicio sobre los médicos.

 

Prácticamente este lunes no ha querido volver a ver la cara negando haber dicho lo que dijo y que lo que pasa “es que todo lo están tergiversando”, cuestión que reafirma su soberbia, de que él no incurre en errores y que todo es culpa de los demás.

 

Esa es la única explicación que encuentro en tal desatino y a su “disculpa”, porque no se puede explicar de otra manera cuando los médicos, enfermeras, camilleros, intendentes y todo el personal de clínicas y hospitales se ha estado batiendo a brazo partido contra el COVID-19 con más de ocho mil contagiados en sus filas (4 mil del IMSS) de los cuales han fallecidos 111 según cifras de López-Gatell, cuando el gobernador de Nayarit denuncia que el 42% de los infectados en su estado son trabajadores de la salud y en Sinaloa es el 36% (más de 320) el porcentaje de infectados, y en la semana pasada murieron diez médicos ¿Cómo explicar semejante discurso de AMLO?

 

Ahora resulta que el heroísmo en la batalla y el sufrimiento de las heridas de médicos y enfermeras se les “premia” prácticamente con un insulto de “centaveros”.

 

Y peor aún, que continúe con el discurso de cargar sus yerros “al pasado”, como si no supieran lo que había y lo que tenían qué hacer, tanto que su dogmatismo les llevó a desmantelar el seguro popular e instalar el INSABI, a llevar la reorganización a “paso de tortuga” como ocurrió con las contrataciones (40 mil) que se hacían en noviembre (cuando convocaron e hicieron los exámenes), para febrero apenas tenían 1200 y ahora ante la pandemia el presidente presume que ya llegaron a 21 mil y la misma venta a China de los insumos que tenía el sector salud indispensables para la crisis sanitaria que ya venía.

 

AMLO no tiene límites y lo demuestra a cada paso, su demagogia es incomparable y eso es solo el reflejo de la doble moral del fanatismo.