Cuentan que las últimas palabras de Jesucristo en la cruz fueron "consumatum est", un término en latín que se traduce como "todo se acabó". Esta frase ha encontrado eco en la política mexicana actual, donde parece haberse consumado un desastre en la elección del nuevo poder judicial, convocada por Morena y su administración de la 4T. Fue un acto que no solo despojó al sistema judicial de su pudor político, sino que perpetró un crimen contra las esperanzas de transformación democrática que había comenzado a gestarse en el país.
El proceso culminado ayer fue una operación cuidadosamente orquestada para aniquilar las incipientes transformaciones que el poder judicial había logrado construir, aunque tímidamente, dentro de un marco democrático aún en desarrollo. En este escenario sombrío, también se arrastró al Instituto Nacional Electoral (INE) y al Tribunal Electoral Federal, que antes de esta operación relámpago, mantenían la esperanza de que no cederían ante la horda de enajenados de la 4T. La sombra de la "dictadura perfecta" del PRI de los años 70 parece resurgir entre nosotros, reviviendo temores ya creídos superados.
A lo largo de esta travesía oscura, hemos sido testigos de innumerables agravios a las leyes y principios democráticos, así como a los sueños de justicia y equidad. La posibilidad de edificar un régimen político verdaderamente democrático se desvanece ante nuestros ojos, dejando a su paso un panorama lleno de impunidad y desesperanza. Se impone de nuevo la frase "consumatum est", ya que parece que no hay retorno posible en este sexenio hacia un estado de derecho robusto y respetado.
Claudia Sheinbaum, vista alguna vez como la Juana de Arco de la lucha por la democracia, se enfrenta ahora a la cruda realidad de ser parte de un sistema que ha decidido abrazar la impunidad. Su camino está marcado por el regreso inminente de AMLO, quien podría convertirse en el arquitecto de un nuevo culto a la personalidad, levantando estatuas en su honor mientras el país naufraga en las aguas turbias de la corrupción y el autoritarismo.
Un eco de esta tragedia se oyó en la consulta del 7 de agosto de 2021, convocada por el INE para juzgar a expresidentes, que se transformó en una carta de impunidad. Aquel ejercicio, al que solo 6.6 millones de ciudadanos acudieron a votar —el 7% de los casi 100 millones de electores—, fue prueba fehaciente de que el gobierno de AMLO no tenía interés real en hacer justicia; se limitó a dar vía libre a quienes habían sido señalados por ilícitos, muchos de los cuales hoy son sus cómplices y socios.
Si el objetivo hubiera sido realmente llevar a juicio a los responsables del pasado, con los 30 millones de votos obtenidos por Morena en 2018, el cumplimiento de tal propósito habría sido accesible. Sin embargo, la falta de acción corroboró que la intención era preservar conveniencias políticas antes que buscar una verdadera justicia.
Ahora, el asalto a la Suprema Corte de Justicia se ha consumado. Estas instituciones esenciales han sido arrastradas hacia el pantano del poder y, en palabras del poeta Salvador Díaz Mirón, "hay aves que cruzan el pantano y no se manchan". Tras lo visto, parece que estas aves son cuervos, dispuestos a seguir la corriente de un régimen que ha dejado claro su desprecio por la ley y la democracia.
Si alguna vez existió la posibilidad de restaurar el equilibrio y la justicia en nuestro sistema político, hoy parece haber llegado a su fin. El "consumatum est" reverbera con fuerza, marcando el cierre de un capítulo oscuro en la historia de México, donde la esperanza por un poder judicial independiente y justo se disipa en el aire. ¿Qué nos depara el futuro? La respuesta, desafortunadamente, está tejida en los mismos hilos que han traído este desastre.