columna jorge

= Falleció, víctima de un viejo padecimiento cardiológico

 

 

= Permaneció en activo, prácticamente hasta el final

 

 

= Adiós al compañero, al hermano, amigo entrañable

 

 

Su primer trabajo periodístico lo hicimos juntos. Y el que fue su último, también.

 

 

Hace 47 años, una calurosa mañana dominical del mes de abril, salimos, de la redacción de El Sol de Sinaloa, a recorrer los distintos campos deportivos de la ciudad, para cubrir nuestra primera orden, de parte del subdirector de esa empresa editorial, Antonio “Toñico” Pineda. Y apenas el pasado lunes 20 de mayo, participamos en una mesa redonda, convocada por el doctor Héctor Muñoz – transmitida ese mismo día, en el programa Acontecer, de Televisoras del Pacífico – para expresar nuestros puntos de vista sobre el proceso electoral del próximo domingo, en seis Estados de nuestro país.

Ahí en ese programa, con el doctor Muñoz y Tania Muñoz, como testigos, comentamos nuestro aniversario 47 en el periodismo y la ausencia de una celebración oficial por tan justificado motivo. Un festejo que se quedó listo, desde el 45, por razones que no vienen al caso citar.

-Pues ahora tampoco festejamos – me dijo Heriberto Millán, con su acostumbrado buen humor. Vestía un traje negro, con corbata del mismo color y camisa blanca. Se veía bastante bien, a pesar de su problema de salud. Lucía contento y optimista.

-Pues no – le contesté – ya ves que no se ha podido. Vamos dejándolo mejor para cuando lleguemos a los 50 y lo comenzamos a organizar desde ahora. ¿Te parece?

-¿A los 50? ¿Iremos a llegar? – replicó en tono premonitorio.

Salimos juntos de los estudios del canal local, cuando el sol comenzaba a caer sobre el horizonte y el incomparable atardecer era esplendido marco, para una vista panorámica de la ciudad de Culiacán, con su serranía de fondo. Eran los días de la contingencia ambiental en la capital del país; pero aquí el medio ambiente era extraordinariamente claro, aunque caluroso.

-¿A dónde vas? – le pregunté, antes de abordar nuestros respectivos automóviles - ¿Vas a escribir la columna?

- No – me contestó – y va a estar cabrón para que la haga en toda la semana. Voy al hospital a que me infiltren en el hombro. Fíjate que desde que bajé del pinche barco traigo aquí un dolor de la chingada.

- Está bien, para que se te quite. Pero allá andabas de culo pronto, entre pura ricachada.

- ¿Cuál ricachada? Era pura raza. Pura piojada – me dijo, entre risas.

Heriberto Millán era invitado recurrente a una de las travesías del yate de Jesús Vizcarra Calderón por el mar de Cortez, en el Golfo de California. Ahora, cuando se sumó a la convocatoria de este año, distaba mucho de sentirse en su mejor condición de salud; pero de todos modos se fue a disfrutar de la última vacación de su vida.

-Y no creas que me arrepiento: la pasamos “a toda madre” – complementó.

Días antes, el jueves 09 del presente, fue mi invitado al programa Agenda Radio, que el columnista transmite dos veces a la semana, a través de Radio Universidad Autónoma de Sinaloa. El tema seleccionado era el problema del maíz y la falta de pago a los productores sinaloenses. Dominaba muy bien las fuentes agrícolas y gozaba del reconocimiento general de los agricultores sinaloenses.

Estábamos en el portal “Lola Beltrán” – del viejo edificio de Radio UAS - tras saludar a la conductora en turno, Lourdes Palazuelos y hasta ahí llegó Willie Ibarra, el director de la emisora:

-Negro cabrón, deja darte un abrazo. Fuiste de los pocos, de los poquísimos, que me hablaron a mi casa, ahora que me operaron de la columna – dijo Willie, brazos extendidos.

Y agregó:

-Cabrón, no sé como enteraste. Era un secreto de Estado.

- Pa´ que veas, que tengo mis fuentes, como todo buen periodista. No: me dijo tu hermano, el Memo, me lo encontré de casualidad – le explicó.

Todavía faltaban algunos minutos para el arranque del programa “Agenda Radio”, así que la plática se dio en automático y con generosidad. Willie Ibarra recordó aquella barra matutina, de la que Heriberto formaba parte, al lado de Humberto Millán, Francisco Arismendi, Enrique Gil y ocasionalmente un servidor – “ha sido uno de los programas más gustados de Radio UAS” -; hizo broma sobre sus distintos periodos como director de la radio y también se refirió a algunos de los proyectos del futuro.

-Pinche negro. Ya sabes que tienes las puertas abiertas en Radio UAS. Con Telles o con cualquier otro. Esta será siempre tu casa – se despidió.

Y bueno.

Tras el programa con Muñoz, Heriberto se me perdió un par de días, cosa que no me extrañó puesto que ya había advertido que no estaría en condiciones de escribir su columna política bautizada como “Re Encuentro”. Le llamé para preguntarle si había recibido la grabación del programa – gracias a la gentileza del doctor Muñoz – y me contestó la tarde del jueves 23 pasado:

-Estoy bien jodido loco: aquí en el Hospital General.

-¿Y eso? ¿Pues qué te pasó?

-No se me quita el dolor del hombro y ahora para acabarla de chingar, sentí unos piquetes en el corazón; le hablé al Odín (el cardiólogo Odín de los Ríos) y me dijo que me viniera en chinga al Hospital: que aquí me alcanzaba para tomarme un electro y hacerme algunas otras pruebas.

-Bueno, me avisas pues.

-Sí. Yo te digo. Me siento bien, hasta eso; pero veremos qué dice el Odín.

Al siguiente día, viernes 24, hablamos de nuevo.

-Pues aquí me quedé, en el hospital. Ya me hicieron un cataterismo y espero irme para mi casa. Ojalá y el doctor me dé ya de alta para irme. Es una chinga estar en un hospital.

- ¿Cataterismo? ¡Cabrón! Entonces no fue cualquier cosa; pero lo bueno que estás bien y pues ni modo. Hay que aguantar. Ojalá y Odín no quiera darte “sabadaso” y te tenga ahí todo el fin de semana. Lo malo de esto es que sábado y domingo no se para ningún médico por el General; pero, bueno, que te mejores.

Fue la última conversación de nuestra vida.

Tanto sábado, como domingo, mi esposa, Idolina y el autor de esta columna, fallamos en nuestro intento de comunicarnos con el amigo Heriberto Millán. Su teléfono dejó de contestar.

El lunes 27, poco después de las 9 de la noche, su esposa Angélica me tomó, al fin, la llamada.

-Acaba de salir del quirófano. Le destaparon dos arterias; pero está bien. Llámele mañana porque aún no sale de la anestesia. Estará bien. Gracias a Dios.

Minutos más tarde, su gran amigo, el doctor Renato Gutiérrez, redondeó la información:

-Acabo de hablar con Odín y en efecto, le destaparon dos arterias; pero una no del todo, porque ya está muy dañada. De todos modos estará bien. No representará mayor problema. Tranquilo amigo: este pinche negro nos va a enterrar a usted, a mí y a todos. Ya lo verá.

Al siguiente día, martes 28, estuvo calmado, al parecer. Tuvo la visita de sus hijos y las cosas marchaban acorde a lo programado.

Sin embargo, cerca de las 8 de la noche, mientras nos preparábamos (Idolina y este columnista) para asistir al teatro “Pablo de Villavicencio”, para presenciar la obra “Ocho Columnas” le llamé a su teléfono y lo que escuché no me gustó:

-Sí ¿Quién es usted? – voz desconocida, con clara percepción de murmullos y agitación en el lugar - ¿Jorge Luis Telles? ¿Es familiar? ¿Amigo? Bueno. Yo no le puedo dar información. Llame al rato, por favor.

Preocupado – sin comentar nada con la consorte – nos dirigimos al teatro en mención. Apenas cruzábamos el umbral, cuando llegaron los primeros de muchos mensajes:

-Falleció, se fue nuestro amigo, el Negro Millán.

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