= Fue parte del despertar de la juventud de los sesentas
= Todo crecía en México, “menos las libertades”
= “Mi hermano Rodolfo, entre los participantes”.
= “El relato no dibuja el carácter de mi padre”, dice.
Triangulada con Miguel Alberto Ortiz Mata, nos llega la versión de Jaime Sánchez Duarte, hijo del gobernador Leopoldo Sánchez Célis, sobre los hechos de enero de 1966, relacionados con la destrucción de las salas cinematográficas de Culiacán, por parte de estudiantes de escuelas secundarias y preparatorias, ante la negativa de los concesionarios a otorgarles un 50 por ciento de descuento por concepto de entradas a las funciones de cine. Estos sucesos, para su información, fueron tema de nuestra columna del domingo próximo pasado.
Dice Jaime Sánchez Duarte:
“Porque simplemente Michel Jacobo, quien fue mi compadre, no podía valorar el impacto de su decisión y anticipar como sus jóvenes compañeros iniciarían el incendio de los cines. Así me lo explicó el famoso “Hitler” y me dijo también que en esa época su jefe político era el licenciado Alejandro Barrantes y él no se proponía lastimarlo.
Por ello no se impusieron mayores penas legales. Jacobo era valiente y temerario e incluso se comentaba como, en una ocasión, se metió a la jaula de los leones en el Zoológico de Culiacán. Así, toda interpretación de posibles hipótesis políticas sobre ese suceso es excesiva.
Las protestas de Michel por las tarifas del transporte público a los estudiantes y la de los cines, marcan el inicio de las demostraciones de inconformidad de la juventud ante el autoritarismo del gobierno y en la familia. México crecía al 7 por ciento anual, así como el desarrollo estabilizador y la sustitución de importaciones. Crecía también el salario; pero lo que no crecía eran las libertades.
Recuerdo también que entre los adolescentes que participaron en el incendio de los cines estaba mi hermano, Rodolfo Sánchez Duarte, hijo del gobernador.
Igualmente es absurdo afirmar que Sánchez Célis informa a alguien más que el presidente lo amonestó. Si sucedió no se lo contaría a nadie. A Toñico Pineda, Sánchez Célis lo apoyó para pagar los gastos de una enfermedad. Si, Sánchez Célis siempre reconoció la labor periodística. A muchos de ellos los ayudó a resolver momentos de necesidad y de solidaridad, necesaria, material y fraternal.
Hacer un viaje a la ciudad de México solo para atender a Toñico, no describe al gobernador, que se enfrentó y ganó las disputas con el presidente Díaz Ordaz: el reparto agrario y la sucesión en favor de Valdez Montoya; con la Suprema Corte de Justicia de la Nación a fin de que declarase a la cerveza como bebida alcohólica (no lo era) y con el presidente del CEN del PRI, Carlos Alberto Madrazo, quien intentó imponer en Culiacán a uno de sus incondicionales.
Madrazo aspiraba a la presidencia y la les había impuesto a otros gobernadores, presidentes municipales de todas sus confianzas”.
Y hasta aquí el texto de Jaime Sánchez Duarte, sobre el particular.
Valiosos y precisos sus conceptos, sin duda.
Al respecto, queremos recordar que en nuestro relato publicado en Agenda Política del domingo 06 del presente, advertimos: “la versión de Roberto Soltero-Toñico Pineda, genera algunas dudas, derivadas particularmente de una pregunta: ¿Cómo es posible que Sánchez Célis, gobernador del Estado tuviese que enterarse por el presidente Gustavo Díaz Ordaz de lo que sucedía ese día en Culiacán?”.
Y todavía más que el hecho de que Sánchez Célis ignorara los hechos – aún y cuando en ese tiempo el teléfono celular, la internet y cosas de esas fueran parte de un futuro todavía lejano – lo que tampoco se entiende es como Toñico Pineda tuvo acceso al ríspido diálogo aquí reseñado entre Sánchez Célis y Díaz Ordaz.
Inaceptable, en efecto; pero “Soltero Acuña sostiene todavía hasta hoy la veracidad de la versión.
De acuerdo a lo expresado por Jaime Sánchez Duarte, simple y sencillamente que su señor padre lo hubiese tan siquiera comentado con Antonio Pineda Gutiérrez, por más confianza que tuviese con el experimentado y controvertido periodista sinaloense.
Quienes conocieron a Toñico Pineda supieron de su imaginación sin límites.
Y si así se lo contó a Roberto Soltero, pues éste tampoco tenía porque guardarse el tema en su ronco pecho.
¿O sí…?
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