columna jorge luis telles circular

 

-“Millán es de los políticos más completos de Sinaloa”

 

- “Las diferencias fueron entre los equipos de trabajo”

 

-“Aguilar no cumplió”, tesis del analista Pancho Arismendi

 

-Claras, sin embargo, las evidencias del rompimiento

 

Evidentemente, la relación política y personal entre Jesús Aguilar Padilla y Juan S. Millán comenzó a enfriarse de manera acelerada, desde el momento mismo del arranque del gobierno de Aguilar, a partir del primero de enero de 2005. Jesús Aguilar ganó la elección con apenas un punto porcentual de ventaja sobre Heriberto Félix Guerra y no fue sino hasta el 28 de diciembre – tres días antes de su acto de toma de posesión – cuando el tribunal electoral del Poder Judicial de la Federación le confirmó su apretada victoria.

Para hacer eso posible, Millán Lizárraga intervino con toda la fuerza política que todavía conservaba, durante los últimos días de su administración; sin embargo, las fricciones comenzaron, desde el momento mismo en que JAP hizo público su gabinete gubernamental. A JSM le disgustó la designación de Rafal Oceguera Ramos, como secretario general de Gobierno y maldita gracia le hizo la de Rubén Rocha Moya, como coordinador general de asesores. Apenas seis años atrás, Rocha Moya había sido adversario de Millán y además había cuestionado severamente los resultados de aquel proceso electoral.

Ya en el hielo, nuevos motivos políticos y personales deterioraron aún más los lazos entre ambos protagonistas, de tal modo que se hizo notable la ausencia de Juan en los enlaces matrimoniales de dos de los tres hijos de Aguilar ocurridos durante su sexenio: Iris, en 2008 y Jesús, en 2010. La primera de esas dos bodas, por cierto, congregó a grandes personalidades de la política nacional en esos momentos; entre ellos, Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México y Beatriz Paredes Rangel, la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional.

En lo público, ambos lo negaban y en una de esas – como para dejar testimonio ante todo el Estado -, en su programa de radio de todos los viernes (a través de Radio Sinaloa y de algunas otras estaciones de la entidad), Aguilar Padilla tuvo como invitado especial, precisamente a Juan Millán. Todo quedó igual. Imposible acabar con la percepción popular.

Finalmente, la bomba terminó por explotar a mediados del 2009, penúltimo año de gobierno de Aguilar.

Una noche de esas, en el restaurant Farallón de la ciudad de Los Mochis, Millán convocó a una cena a los principales empresarios del norte del Estado, en cuyo marco se pronunció por la candidatura del senador Mario López Valdés para la gubernatura de Sinaloa y se convirtió en su principal promotor, en el entendido, desde entonces, que si no la hacía suya el PRI, se intentaría por algún otro partido, incluso por una gran alianza opositora.

Tal pronunciamiento descuadró claramente a Aguilar Padilla; sin embargo, lejos de amedrentarse, siguió adelante con su apoyo a favor del presidente municipal de Culiacán, Jesús Vizcarra Calderón, quien tan solo en ese año había recibido un respaldo de mil millones de pesos del gobierno del Estado, para concretar diferentes proyectos en esta ciudad capital.

Por esos días, ya JAP había dado luz verde al mismo López Valdés, a Abraham Velazquez Iribe, a Aarón Irizar López y a Oscar Lara Aréchiga, para que promovieran sus aspiraciones. Todos sabían, sin embargo, hacia donde apuntaba la brújula de Aguilar.

El conocido analista político, Francisco Arismendi Martínez, muy cercano a JSM y su círculo rojo, ha sostenido siempre el recurrente desconocimiento de acuerdos entre Jesús Aguilar y Juan S. Millán, causa principal del rompimiento; entre ellos, el compromiso expreso de impulsar a Abraham Velázquez, para redondear la trilogía millanista al frente del gobierno estatal. Aquí viene la pregunta: ¿por qué entonces Millán se inclinó por MaLoVa y no por Abrahám?

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Bien.

Años después, en la ya muy citada entrevista para el libro “Los Gobernadores de Sinaloa ante la Historia” (producido por la fundación encabezada por Heriberto Galindo Quiñones), Jesús Aguilar nos dijo, de manera concluyente:

-Entre Juan Millán y yo no hubo nunca problema alguno y menos rompimiento. Quizás si entre nuestros equipos de trabajo; pero entre nosotros no. Ni siquiera hasta la fecha. Se dio, en aquellos tiempos, una circunstancia de algún modo lógica: por proceder yo de las huestes millanistas, muchos pensaron que seguirían dentro de la estructura del gobierno del Estado. Y aún cuando se produjeron algunas ratificaciones, incluso de alto nivel, hubo gente que se tuvo que ir por razones naturales.

Observó:

-Entonces, a los desplazados se les sumaron aquellos que no recibieron la oportunidad de ingresar al aparato oficial (“porque el gobierno no es de chicle”) y esto provocó una atmósfera de enrarecimiento entre el nuevo gobierno y el que ya había concluido su responsabilidad.

Y precisamente con Rubén Rocha Moya de testigo, Aguilar subrayó:

-Sin embargo, con Juan no hubo fricción alguna, ni en ese ni en ningún otro momento. Millán es uno de los políticos más completos de Sinaloa y hay que reconocerlo como tal.

-Por cierto -aprovechamos para preguntarle -: ¿Cómo le dijo Millán que usted sería el candidato del PRI al gobierno del Estado y por ende su muy posible sucesor?

-A mi el gobernador Millán nunca me dijo nada claro al respecto. Yo sabía que con un presidente de la República de otro partido, como lo era Vicente Fox, la decisión le correspondería al gobernador Millán, que era mi amigo de toda la vida. Abrigué, cierto, esa posibilidad, sin perder de vista a mi compadre Abraham Velázquez, que era también cercanísimo y de todas las confianzas de Juan. O el o yo. Eso sí. No me quedaba duda. MaLoVa ya se había descartado; pero el que todavía daba mucha pelea era el presidente municipal de Culiacán, Jesús Enrique Hernández Chávez.

-Bueno; pero de algún modo tuvo que haber una comunicación en ese sentido. ¿No?

-Hubo una especie de señal, cuando Juan se presenta a Congreso del Estado a entregar su quinto informe de gobierno, en noviembre de 2003. Era yo presidente de la Gran Comisión y por supuesto coordinador de la fracción parlamentaria del PRI.

-¿Cuál fue esa señal?

-Es que no te lo podría precisar; pero yo lo intuí así. La política es como el beisbol: las señales van de un lado a otro y hay que interpretarlas con intuición, cautela y prudencia. Para enero del 2004, tenía solo una certeza: que estaba, cuando menos, en la recta final.

-Inevitablemente llegó, entonces, el momento de tocar el tema. Supongo…

-No. Fijate que no. Nunca se dio ese diálogo que tu imaginas. Millán, te repito, nunca me dijo nada de manera directa; pero él así es. Así juega. Es su estilo. Le gusta que le adivines hasta el pensamiento. Ya hacia finales de enero entendí finalmente que era yo el elegido y fue entonces cuando tomé a decisión de solicitar mi separación como diputado local, para buscar la candidatura de mi partido al gobierno de Sinaloa.

Y cerró tema:

-A los días, el PRI abrió proceso de consulta a las bases para la selección del candidato. Abraham Velázquez se retiró luego y el “Chuquiqui” estiró a liga hasta el final; pero también lo hizo finalmente. Además del mío, se produjo el registro de Mario Niebla Alvarez, apoyado por una pequeña corriente del partido; sin embargo también se retiró en su momento. Así las cosas, el PRI me postuló como candidato de unidad al gobierno de Sinaloa.

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A manera de colofón.

Juan Millán concluyó su mandato gubernamental el 31 de diciembre de 2004; Jesús Aguilar Padilla, el 21 de diciembre de 2010. Con susto y todo, JSM le heredó el poder a otro priista, miembro de su corriente, hasta entonces. Aguilar, en cambio, le cedió la estafeta a Mario López Valdés, postulado por una gran alianza opositora.

Durante los últimos 16 años, la participación política de Millán se limitó a impulsar la candidatura de MaLoVa por la oposición y aunque eso está tipificado como expulsión, por los documentos básicos del PRI, nunca nadie se atrevió a señalar en público a JSM y mucho menos a levantarle una acusación ante el tribunal de honor y justicia de este partido político. Millán, sin embargo, nunca ha estado alejado del todo: por su mesa, en el restaurant Mar and Sea, de esta ciudad, desfilan, en búsqueda de orientación, los más prominentes políticos de la actualidad. Y no solo del PRI, sino de todos los partidos habidos y por haber.

Aguilar Padilla si estuvo más inquieto. Al concluir su gobierno, ocupó diversos cargos en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI – debido a su amistad con Enrique Peña Nieto – hasta aterrizar como subsecretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, al lado de Enrique Martínez y Martínez. En su última incursión, fungió aquí como coordinador de la campaña presidencial del candidato José Antonio Meade.

En la actualidad, la situación actual los tiene en una especie de semi retiro; pero no será por mucho tiempo. Quizás la contienda electoral del año próximo los ponga de nuevo, frente a frente.

Y no hablo al tanteo, que conste.

Veremos…

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