columna jorge luis telles circular

 

= Llegó aquí como delegado general de la CNOP

 

= Que no era de las simpatías de Labastida, decían

 

= Juan Burgos Pinto, uno de sus mejores amigos

 

= Colosio, como coordinador de campaña de CSG

 

= Encuentro con medios, la víspera de su muerte

 

Noche de elecciones para presidente del nuevo comité directivo de la Asociación de Periodistas de Sinaloa. Mayo de 1987.

Asamblea candente – como todas las de la APS – y victoria clara de Ernesto Leonel Solís, que prestaba sus servicios para El Debate de Culiacán y que también colaboraba con Juan Burgos Pinto como secretario de prensa del comité estatal de la Federación de Organizaciones Populares de Sinaloa.

El edificio de la Asociación se localizaba en un segundo piso, de un pequeño edificio ubicado en la esquina de Colón y avenida Morelos, a solo una cuadra del centro de la ciudad. Uno de los muchos domicilios de la APS a lo largo de su historia.

La reunión había concluido y ahí venimos, escalera abajo, para salir por la calle Colón, muy cerca de la primera versión del Tai Pak, aquí en Culiacán.

A la salida, en la banqueta, Juan Burgos Pinto, dirigente estatal del sector popular, esperaba a Leonel Solís, el nuevo presidente de la APS, seguramente para llevarlo a cenar, a manera de festejo. Le acompañaba un joven, de pelo medio afro, comprensión y estatura regular, en amena conversación.

-¿Ya mero viene Leonel? -, me preguntó Juán.

- Si, ya casi baja; está recibiendo las felicitaciones -, le contesté.

- Mira Jorge Luis – me dijo – te presento al nuevo delegado de la CNOP en Sinaloa.

El joven me vio, sonrió agradablemente, me extendió su mano derecho y se identificó:

-Luis Donaldo Colosio Murrieta.

 

=0=

Esta fue la primera de tres ocasiones en las que tuve oportunidad de saludar personalmente a quien estaba por consolidar – ya era diputado federal por Sonora – una relampagueante carrera política, que lo llevaría, incluso, a la candidatura del Partido Revolucionario Institucional a la presidencia de nuestro país.

El autor de esta columna laboraba, en ese tiempo, para el Diario de Sinaloa y ya estaba en pláticas para asumir la dirección editorial de ese rotativo, ante la salida de José Angel Sánchez, invitado a dirigir El Sol del Pacífico, en el puerto de Mazatlán. Ese “sol” también era propiedad de Mario Vázquez Raña (Organización Editorial Mexicana), gran amigo, casi hermano, del entonces gobernador Francisco Labastida Ochoa.

Por esa época, Colosio estuvo aquí alguna temporada. Se hospedaba en el hotel “El Mayo” – lo que no era así como para presumir -; bebía, por las noches, un par de cervezas en un bar cercano y tocaba guitarra para cantar a dúo con Juan Burgos Pinto, en una de las muchas noches de bohemia.

Decían – sin que nos conste – que no era santo de la devoción del gobernador Labastida y que eso se reflejaba en un trato frío y distante. Meramente institucional. Las dos estrellas de su alojamiento, lo probaban todo.

Bueno, eso decían por aquellos entonces.

Y bien, a pesar de que radicó algunos meses aquí (en función de su encargo como delegado general de la CNOP, ante la cercanía del proceso político de 1988) nunca lo vi de nuevo de manera personal. En realidad no tuvo mucho acercamiento con los representantes de los medios de comunicación; pero si hizo cierta amistad y hasta llegó a beber cerveza con algunos de ellos.

A Colosio lo saludé, de nuevo, una tarde de comienzos de 1988, en el puerto de Mazatlán, ya en plena campaña presidencial de Carlos Salinas de Gortari.

La enemistad entre el gobernador Labastida y el candidato Salinas de Gortari ya era un secreto a voces, aunque ellos lo disfrazaban muy bien, entre risas y bromas. Labastida, incluso, le organizó actos multitudinarios en el puerto de Mazatlán, con largas filas de gente a lo largo de Olas Altas, al pie del legendario hotel Freeman, hoy por cierto, completamente remodelado.

La gira por Sinaloa era de tres días. En el segundo andábamos por Mazatlán y en el tercero, el candidato visitaría la ciudad de Los Mochis.

Y un rumor corría con fuerza entre los periodistas que cubríamos la gira del candidato presidencial: que no estaba contento y que había cancelado el viaje a Los Mochis “solo para darle en la madre a Labastida”.

La versión, sin embargo, no estaba confirmada y la incertidumbre hacía presa de los periodistas entre enviar o no la nota a sus respectivos medios de información. Eso, precisamente, deliberábamos entre nosotros, a bordo del autobús para la prensa estatal – para variar: marginada, respecto al trato a la prensa nacional – cuando a través de una de las ventanas divisamos la figura de Luis Donaldo Colosio (ya coordinador general de la campaña salinista), que se abría paso entre la gente, con pasos largos y decididos.

-Ahí viene Colosio – comenté con Mario Montijo, que era mi compañero de asiento – pregúntale, que es tu amigo y que le tienes confianza.

-No es mi amigo, ni menos de confianza, pregúntale tú – me contestó Mario, mucho más callado, serio y reservado, que el autor de esta columna, lo que ya es mucho decir.

- Vamos lo dos – repliqué y bajamos del autobús.

Ya sobre la avenida. Alguien le gritó por su nombre. Luis Donaldo aceleró el paso y se dirigió directamente a nosotros.

-¡Qué pasó cabrones! ¿Cómo los tratan? – fue su saludo, siempre sonriente y afable.

- Oye Colosio –le dije ya envalentonado -: ¿Qué hay de cierto que se suspenden las actividades de campaña de mañana en Los Mochis?

-¿Quién sacó esa pendejada? – contestó, ya con rostro serio.

- Bueno, dicen por aquí – terció Mario Montijo.

- Pero ¿Cómo se ponen a creer en eso, ustedes que son los periodistas más respetados de todo Sinaloa? ¿Cómo piensan que se va a suspender el acto de mañana, si será el más grande de la campaña aquí en el Estado y además es la tierra del gobernador? No hagan caso de chingaderas. No es por ahí…

 

=0=

Bien.

La tercera vez fue aquí en Culiacán: Luis Donaldo Colosio ya había transitado por el Senado de la República, la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y lo que es hoy la secretaría de Desarrollo Social del gobierno federal. Ya era el candidato de su partido a la presidencia de nuestro país.

Martes 22 de marzo, de 1994. Hacía mucho calor y el sol caía a plomo sobre la ciudad. Ya era primavera. Colosio estaba aquí, en el relanzamiento de campaña.

Los directores de medios habíamos sido citados en un salón del hotel Executivo, a las 6 de la tarde, para un encuentro privado con el candidato. A las 8 de la noche, en el salón Floresta, sostendría una cena y un diálogo con el sector privado de Sinaloa, cuyos exponentes ya comenzaban a llegar a Madero y Obregón.

Previamente, Colosio había encabezado un acto grande, multitudinario, en el llamado Teatro Griego del parque Culiacán-87, con el respaldo decidido del gobernador Renato Vega, coordinado personalmente por el presidente del PRI-Sinaloa, Víctor Gandarilla.

El acto había estado mejor de lo previsto. Las indicaciones del ingeniero Vega Alvarado habían sido contundentes:

-Quiero el mejor evento de la campaña.

Luis Donaldo llegó al salón privado, tras abrirse paso entre la multitud. Aquello era un caos verdadero; pero arribó puntual a la cita. Vestía traje azul impecable; corte de pelo reciente; rostro ligeramente quemado por el sol de Culiacán. Lucía radiante. Feliz por el éxito de su mitin en el “Culiacán-87”. De aquí en adelante “ya no nos para nadie”, le comentó a Gandarilla Carrasco, al iniciar su traslado al hotel Executivo.

Ahí nos saludó de mano, uno a uno. Estaba radiante. Tranquilo. Relajado.

Y luego platicó con el grupo tan ampliamente como su disponibilidad de tiempo lo permitió, con diversidad de temas sobre la mesa.

¿Qué nos dijo Colosio?

Que estaba muy contento de haber recibido, finalmente, la adhesión de Manuel Camacho Solís; que éste era el relanzamiento de su campaña y que su victoria sería inobjetable; que estaba sumamente interesado en debatir públicamente con sus adversarios (Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas) y que ya sentía, ahora sí, todo el respaldo de su partido, tras los últimos emplazamientos a los inconformes por parte del presidente Salinas.

De ahí, el candidato caminó solo unos metros hacia el salón “Floresta”, lleno al máximo de su capacidad. Atiborrado por completo.

Eso marcó el final de su jornada.

Y también su penúltimo día de vida.

=0=