la meca

 

= Mezquitas, entre el lujo y la miseria del pueblo

 

= Impresionante ostentación en la gran mayoría

 

= La Meca, la más grande e importante de todas

 

= Un breve vistazo al mundo del islamismo

 

La primera vez que lo escuché fue en Jerusalén: el llamado a oración de parte del almuédano, procedente de una mezquita cercana, ubicada en la vieja ciudad, sagrada para las tres religiones más importantes del mundo: cristiana, judía y musulmana.

Primavera de 2013:

 

Habíamos aterrizado, poco después de la media noche, en el aeropuerto internacional de Tel Aviv, - procedentes de Frankfurt, Alemania - , para viajar poco más de una hora, por tierra, a Jerusalén; de las costas del Mar Mediterraneo hacia el Oriente. Apenas y si conciliábamos el sueño, en nuestro hotel (con llamado a las 8, del guía en jefe), cuando las frases cantadas en árabe nos despertaron y nos causaron efecto extraño, lúgubre, estremecedor, como de película de misterio. Era la invitación a la primera de cinco oraciones en el día, para la adoración de Allah. ¿La hora? las 5 de la mañana.

 

Del árabe, traducido al español, dice más o menos así:

“Allah es el más grande, Allá es el más grande.

Atestiguo que no hay más deidad que Allah.

Atestiguo que Muhammad es el mensajero de Allah.

¡Venid a la oración! ¡Venid a la oración!

¡Venid a la salvación! ¡Venid a la salvación!

¡Allah es el más grande! ¡Allah es el más grande!

No hay más deidad que Allah…”

 

El ritual se repite cuatro veces más durante el día: a media mañana, al mediodía, a media tarde y al caer la noche, mismas ocasiones en las que los representantes del islamismo radical suspenden actividades, donde quiere que estén en ese momento, para volver la vista hacia el punto geográfico de La Meca – en cualquier parte del mundo que se encuentren -, postrarse de rodillas y orar y adorar a Allah, que es exactamente lo mismo que Jehová, en el Judaísmo y Jesús, en el Cristianismo.

 

Quienes acuden a su mezquita, a escuchar la palabra del Imán, tienen que quitarse su calzado, asearse pies, piernas, manos, brazos y axilas, a manera de purificación, para poder recibir la bendición de Allah, cuyo mensajero en la tierra lo fue Muhammad (más conocido como Mahoma en el mundo no islámico), el último de los profetas, según el Islám y quien vivió allá por el año 600 DC, en la Meca, territorio de lo que es hoy Arabia Saudita. No necesariamente hay que acudir a la mezquita, si no es posible. La oración se puede realizar en cualquier parte: oficina, casa u otro lugar.

 

Y bueno.

 

Con casi una semana de permanencia en Israel, donde no hay tantas mezquitas como sinagogas; pero si hay muchas, el llamado a oración ya se nos hizo familiar.

 

Posteriormente lo escucharíamos en distintas ciudades de países islámicos, tales como: Jordania, Egipto, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y recientemente en Singapur y Kuala Lampur, en Malasia.

 

El centro del islamismo lo es la ciudad de la Meca, donde se encuentra la mezquita más grande e importante del mundo y la que tiene que ser visitada, al menos una vez en su vida, por cada musulmán que se jacte de serlo, siempre y cuando sus condiciones físicas y económicas se lo permitan.

 

De hecho, peregrinar hacia la Meca, al tiempo que se portan túnicas de un blanco inmaculado, es uno de los cinco ejes básicos, que norman la conducta de todo aquel que abrace el islamismo, cuyo libro sagrado es el Corán. La biblia para nosotros.

 

Los otros cuatro pilares son:

 

-Aceptar que Allah es Dios y Muhammad, su profeta.

 

-Practicar la oración, cinco veces al día.

 

-Ayunar desde el amanecer y hasta el ocaso, durante el mes del Ramadán. (En verano)

Y:

 

-Aportar puntualmente la limosna purificadora. El diezmo, para nosotros.

 

La mezquita más grande e importante, subrayamos, es la de la Meca, en Arabia Saudita, llamada Másyid al Hará; pero solo podríamos conocerla de abrazar el islamismo, cuyos fieles son los únicos que pueden desfilar y dar vueltas alrededor del Kaaba, punto central de la misma, donde está incrustada la piedra negra, el sitio más venerado por los musulmanes.

 

Sin embargo, en nuestros viajes por el mundo islámico,hemos tenido en suerte visitar otras de altísima jerarquía en el medio, como lo es, por ejemplo, la impresionante Mezquita Azul, en el mero corazón de Estambul; la del rey Hassan, en Casa Blanca, Marruecos – cuyo lujo es un insulto a las condiciones miserables del pueblo –; la Sheikh Zayed, en Emiratos Árabes Unidos, que no se queda atrás en cuanto a ostentación se refiere y la de Alabastro, en El Cairo, en Egipto, solo por mencionar algunas. Lo cierto es que en la abrumadora mayoría de estos países, operan más mezquitas (entre grandes y pequeñas) que las famosas tiendas de conveniencia en nuestro querido Culiacán.

 

Las mezquitas antes relacionadas constituyen, de hecho, uno de los principales atractivos de orden turístico en las ciudades citadas. Su visita es prácticamente obligatoria. Si no se hace es como si nunca se hubiese estado en una ciudad determinada.

 

El hacerlo, sin embargo, implica el cumplir con todas las disposiciones del Imán, que es el responsable del santuario; especialmente ropa recatada para las mujeres y cabeza cubierta, así como despojarse de calzado y guardar, en todo momento, una actitud de profundo respeto hacia las reglas del islamismo. Hay algunas que si permiten la toma de fotografías; pero no la grabación de videos.

 

En su mayoría, un factor común: la ostentación en interiores y exteriores, lo que no es compatible con la situación de pobreza en la mayor parte del mundo islámico.

 

Es común que al transitar por una mezquita, el turista occidental se sienta impresionado por la arquitectura y la decoración caligráfica, basada en fuentes arábigas o bien por la luz y la espaciosidad de esos lugares, en los que los musulmanes se han congregado durante siglos para sus oraciones diarias.

 

Para cerrar:

 

-Toda aquella persona que acepte, con convicción y honestidad que “Allah es Dios y Muhammad su profeta” ya es considerado un musulmán, aunque no cumpla con los otros deberes religiosos.

 

-Los musulmanes aceptan a Jesús, como profeta; creen en su alumbramiento virginal y lo respetan con devoción, al igual que a María, su madre. El nombre de Jesús es citado en el Corán, al menos en un centenar de ocasiones.

 

Y:

 

-En el Islam no es necesario estar en una mezquita para orar, puesto que Allah no está confinado en un edificio, en congruencia con las palabras del profeta Muhammad: “toda la tierra es, por si solo, una gran mezquita”.

 

Feliz viaje por los países islámicos.