columna oscar

 

Mundo de olvido, un revés negro,

barnizado con los datos de la proximidad.

David Huerta

 

Lo sucedido el pasado 24 de agosto en La Cohetera es ya histórico. Ese día el colectivo de familiares con desaparecidos Voces Unidas por la Vida, salió a búsquedas hacia el sur de la ciudad de Culiacán. Era una jornada más de rastreo, los datos con que contaban tenían cierta precisión sobre posibles fosas clandestinas. No más. El calor era el de la despedida de una severa canícula, con escasas lluvias y sin ganas de abandonar el campo. A las 8:30 de la mañana inició la marcha hacia La Cohetera y luego de una breve mapeo sobre el primer punto localizado entraron en acción herramientas y manos de familiares.

 

Bajo un sol reverberante, con cielo pintado de añil y algunos girones de nubes que no daban sombra ni para un burro, las mujeres de Voces Unidas encontraron los restos óseos de una persona. La jornada de búsqueda no terminaría allí. Con un sol que recordaba al de la Comala de Pedro Páramo, siguieron hurgando en ese terreno cubierto por una maleza poco amigable. Algunos datos bien digeridos y el instinto las llevaron a un punto situado a 500 metros de distancia, donde comenzaron a herir el vientre de la madre tierra. La sorpresa no fue pequeña: allí encontraron una bolsa con 3 mil 56 restos óseos (falanges dijeron los entendidos).

 

Ese hallazgo está documentado en la Carpeta de investigación CLN/UEHD/006011/2019 y los restos llevados por los peritos para los análisis que el caso exige. Todos esperábamos que pasaran varias semanas y quizá hasta meses, tal como ha sucedido con todo el material humano entregado a la Fiscalía, para conocer los detalles y la identidad de las mencionadas falanges. Pero la Fiscalía, pasados apenas ocho días hizo público el Boletín FGE114/2019, donde precisa una conclusión sobre el hallazgo del día 24 de agosto en La Cohetera: los restos encontrados no son humanos, son de animal.

 

Ese boletín nos sorprendió por varias razones: ¿por qué esas prisas para hacer pública una conclusión? ¿Por qué no se entregaron los resultados a los familiares que hicieron el hallazgo? ¿Por qué no fueron invitados esos familiares para estar presentes cuando esa conclusión se hizo pública? Y, lo que sin duda es central, ¿qué tan creíble resulta ese estudio realizado en apenas una semana? Lo digo porque ningún laboratorio de genética forense ha garantizado resultados en menos de tres semanas, comenzando con el que cuenta la Fiscalía de Sinaloa.

 

El mencionado boletín es tan flaco de contenido que afirmando que esos restos son de animal, no se toma la molestia de señalar a qué tipo o tipos de animal se refiere, porque especies animales abundan en el medio urbano y en los montes que nos circundan. Sin precisión y sin certezas no se ve respaldo científico a las afirmaciones ligeras y hechas para ganar tiempo a no sé qué fantasmas que pululan en las inmediaciones del despacho del Fiscal.

 

Tienen mucha razón los 106 organismos y personalidades firmantes de una Carta al presidente Andrés Manuel López Obrador y otras instancias, exigiendo un Segundo Peritaje. Sin la certeza que nos ofrece el rigor científico de pruebas que siguen todo el protocolo establecido, no podemos resignarnos a dar por ciertos los escasos y endebles datos que nos proporcionen. También nosotros planteamos la necesidad de un Segundo Peritaje y para que sea verdaderamente creíble, que lo realice una instancia independiente.

 

Hemos dado ya algunas razones para ello, pero si no fueran suficientes, también señalamos que lo actuado en casos tan sonados como el de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, nos dejan en la misma situación de desconfianza del que se quemó con leche. Ahora sabemos que las diligencias hechas en el Río Cocula fueron manipuladas y nos dejan muy mal sabor de boca. Y tan ciertas son dichas manipulaciones que hoy Tomás Zerón de Lucio y el Procurador Jesús Murillo Karam son investigados al respecto.

 

El Segundo Peritaje resulta ahora tan justo y necesario, como el hambre de creer en las actuaciones de la autoridad. Es tan grande el problema de las desapariciones forzadas que la autoridad no puede descuidar sus deberes ni olvidar los protocolos, porque de por sí hay ausencia de credibilidad en sus actuaciones y si esta situación se profundiza, darle punto final a la práctica de la desaparición forzada y alcanzar la justicia para cada uno de los casos, estará más lejos cada día. No podemos darnos ese lujo ahora. Por eso le decimos al Fiscal Juan José Ríos Estavillo: así no ciudadano fiscal, las cosas hay que hacerlas de acuerdo a los protocolos establecidos. Cuando nos ganan las prisas, se abren las infaltables sospechas. Vale.

 

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