columna jose luis lopez duarte

 

Hoy el país, todo, discute lo bueno, lo malo, lo feo y lo que puede venir del gobierno de AMLO que fue electo el 1° de julio del 2018 y en ese balance que todos tendremos en cada una de nuestras mentes, las preguntas que revolotean serán ¿cambio el país?, ¿qué tanto?, ¿para bien?, y seguramente las conclusiones serán incipientes.

 

¿Por qué? , por una razón elemental, porque el cambio de gobierno que se dio en esta elección, es un cambio que viene de muy lejos en un proceso de maduración y  que en el camino perdió muchos matices viejos y adquirió más intereses, al extremo que este movimiento llega a las posiciones de gobierno sin un programa claro, definido y categórico de su identidad y por lo tanto carente de una estrategia de transformaciones que signifiquen los peldaños hacia sus objetivos y lo que deja entrever  que no tienen una concepción de nuevo régimen de tal forma que el estilo, los métodos y las formas de ser gobierno  no sean una reedición de otros regímenes. 

 

Hay muchos signos en su desempeño que reflejan estas características. Por ejemplo , en el equipaje histórico de este movimiento popular antipriista que se incubo paulatinamente desde los años sesentas y han quedado atrás muchas demandas que han perdido terreno, tales como la desigualdad que implican la enorme concentración de riqueza o la perdida de nacionalismo que ha reducido nuestra soberanía, como lo es pensar en la coexistencia con la nación más poderosa del mundo, en un contexto de colaboración que siempre será inexistente por su voracidad existencial (“america para los americanos” gobierno americano dixit), y en tercer lugar en reducir la democracia a un mero “cliché” electoral y perder de vista que este es un sistema de vida para la sociedad y que debería estar en cada espacio del tejido social.

 

Son múltiples las partes de un proyecto de nación que han ido quedando en el camino, que a la hora de armar el programa de nación están ausentes, olvidadas e incluso, abiertamente rechazadas.

 

Otro ángulo, además de las preguntas es la forma de concretar por parte de este movimiento histórico, el bagaje de ideas que han elaborado, reflejando desorden, inmediatez, reduccionismo y limitaciones autoimpuestas quizás por esa falta de organización, liderazgos políticos y visión política, lo que no les permite asumir  que necesitan una gran organización política forjada en el conocimiento, la disciplina y la claridad de los objetivos.

 

Al nuevo gobierno de AMLO le ha faltado un partido político fuerte, consolidado y capaz de resistir la carga en contra del gobierno, en lugar de dejar todo a una sola figura como el presidente de la república, falla evidente del movimiento que puede provocar graves desatinos y fracasos, que más tarde sean parte de una crisis y lo peor que se convierta en su obstáculo principal.

 

Si, se necesita con urgencia un partido de MORENA fuerte o un frente político nacional renovado que recomponga en la medida de lo posible las ausencias y limitaciones, así como las fallas del movimiento nacional y el gobierno de la república. 

 

No es posible un cambio de la naturaleza que este movimiento entraña si no existe un amplio debate nacional que involucre a todos, que implique una especia de nuevo constituyente como ocurrió en 1917, cuando todos los congresos estatales fueron convocados a esa discusión y sus delegaciones llevaron posiciones sobre los temas de la nueva república que se estaba fraguando y que se concretaría casi 20  años después en el gobierno de Lázaro Cárdenas.

 

La naturaleza de aquel movimiento fue de tanta trascendencia como lo puede ser ahora también el que ha encabezado AMLO, pero requiere hacer lo que hicieron entonces los grupos en guerra y todos los representaciones políticas del país, entender la necesidad de un gran acuerdo nacional resumido en un programa que se plasme en una nueva constitución.

 

No es posible continuar abordando temas cruciales para el país, incluso algunos “a mano alzada”, como se ha hecho, sin hacer un alto en el camino y redimensionar sobre todo redireccionar las acciones con objetivos definidos. 

 

Pensar que la republica será otra más justa, democrática e independiente por el simple deseo o voluntad es empeorar la situación y quizá abatir el movimiento del cambio.