Seguramente todas las iglesias del país serán puntos de concentración de familiares de víctimas de la violencia para protestar por el clima de inseguridad en el país, que en el periodo de AMLO ya suma más de 120 mil asesinatos, y desde 2012, cuando se conocía que en el sexenio de Felipe Calderón habían desaparecido 25 mil personas y en los últimos diez años hasta hoy se sumaron más de 75 mil desaparecidos, mecanismo que ha sido utilizado para reducir los homicidios dolosos, como si ello no fuera más cruel y escandaloso que la muerte misma.
La jornada "oración por la paz", que sectores de la iglesia católica impulsan después del asesinato de dos frailes jesuitas en la zona tarahumara de Chihuahua (Cerocahui) el pasado 22 de junio, en el interior de la iglesia que representaban, asesinatos que desataron la indignación nacional y la incorporación de la iglesia católica a este movimiento para exigir detener la violencia y asesinatos que azota al país y crece todos los días.
Se trata de una jornada nacional que culminará esta etapa el domingo 31 de julio, pero que seguramente será ya una lucha permanente por la paz social de parte de los clérigos católicos del país, precisamente porque la violencia e inseguridad crece incesantemente en el país y no se ve que el gobierno de AMLO esté decidido a enfrentarlo.
La inseguridad y la violencia se han convertido en los problemas que más sufre la sociedad mexicana y lo cataloga como el principal, muy lejos de la situación económica, ingresos familiares, COVID-19 y debilidades del sistema de salud.
Lamentablemente, los indicadores en este renglón ya han colocado a México como uno de los países más inseguros del mundo, tanto que 40 ciudades ya han sido evaluadas entre las más inseguras en el planeta.
El movimiento "oración por la paz" es de tal perspectiva que el 31 de julio no terminará, sino que habrá de iniciar una segunda etapa que, muy probablemente, elevará la amplitud y profundidad de el movimiento en ciernes que representa la "oración por la paz".
Y lo peor de todo es la fragilidad de la sociedad, inerme ante organizaciones criminales y con el constante crecimiento de la violencia intrafamiliar, la creciente drogadicción y la persistente corrupción de los aparatos de seguridad y justicia, características que configuran una fragilidad muy grande para pensar en la contensión de la inseguridad y violencia.
El movimiento que encabeza la iglesia católica con su movimiento "oración por la paz" tiene ante sí un escenario muy adverso, que requerirá la suma de las mayores voluntades del país en ese propósito.
Quizá se requiera un frente nacional, que seguramente tendría que ser más amplio y con propósitos de más largo plazo, precisamente por los niveles de la penetración del crimen organizado, y no, así como la drogadicción y la corrupción de los cuerpos de seguridad, hacen muy difícil avances en su combate.
La unidad de la sociedad es vital para detener esta tendencia criminal que secuestra la paz, la seguridad y el amor a la vida, características de una sociedad sana.
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