Uno de los lectores de este espacio ha manifestado su descontento con mis constantes críticas hacia los gobiernos de la Cuarta Transformación (4T), acusándome de ser demagógico y de exagerar los problemas, esto a raíz del artículo de ayer donde abordamos el tema del maíz, en particular nuestra critica en relación con el reciente acuerdo nacional para estabilizar y reducir gradualmente el precio de la tortilla. Permítanme puntualizar algunos hechos que considero relevantes para entender la complejidad de la situación actual.
En primer lugar, es fundamental reconocer que México enfrenta un grave déficit en la producción de maíz. Con un consumo de 50 millones de toneladas anuales y una producción que apenas alcanza los 25 millones, la dependencia del maíz estadounidense —que produce 450 millones de toneladas al año— se vuelve insostenible. Esta realidad exige que nuestra política agropecuaria y comercial sea manejada con astucia y visión estratégica, enfocándose no solo en compensar las deficiencias locales, sino en fortalecer la competitividad de nuestros productores nacionales.
En segundo lugar, las medidas adoptadas por este gobierno en cuanto al maíz parecen más un intento de ideologización que una solución práctica a esta problemática. El mencionado programa de acuerdo nacional es una propuesta vacía si no se acompaña de un análisis profundo y de la participación activa de los tortilleros, quienes representan un sector clave en la industria alimentaria nacional. De las 110,000 tortillerías que operan en el país, solo 40 han sido incluidas en el programa, ignorando la vastedad de este sector que, en su mayoría, son microempresas vulnerables a fluctuaciones económicas.
Además, carece de sentido implementar políticas sin un control de calidad apropiado. Es bien sabido que en los hogares mexicanos se consumen tortillas hechas de maíz transgénico, y nada se ha hecho desde el gobierno para regular esta situación. Por otro lado, los avances científicos que proponen enriquecer la tortilla, como los trabajos de investigadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa los doctores Cuauhtémoc Reyes Moreno y Jorge Rodolfo León Murillo , los cuales han sido ignorados sistemáticamente. Resulta alarmante que el doctor Cuauhtémoc Reyes Moreno haya expuesto una alternativa nutritiva y el gobierno federal no solo lo haya dejado de lado, sino que lo haya olvidado por completo.
Entiendo que mis opiniones pueden ser percibidas como excesivas o incluso erróneas, pero la realidad es que la crítica debe estar respaldada por datos y resultados. Si este gobierno tiene una estrategia viable para enfrentar el problema del maíz, debería presentarla con transparencia y abrir espacios de diálogo con los actores involucrados en la producción y comercialización de este grano vital para la alimentación mexicana.
La historia reciente nos enseña que las soluciones simplistas rara vez abordan las raíces de los problemas. Si el gobierno realmente desea ofrecer respuestas eficaces, deberá reconocer que la situación actual demanda un enfoque integral y participativo que incluya a todos los sectores, desde los pequeños productores hasta las grandes industrias. Las decisiones impulsivas y dogmáticas solo perpetúan la ineficacia y merman la confianza pública.
Así que, aunque reconozco que a veces puedo exagerar en mi estilo, mi preocupación radica en la falta de atención a los problemas profundos que afectan a nuestro país. La crítica constructiva no debe confundirse con la descalificación; es un llamado a la responsabilidad y al diálogo. En una nación que atraviesa tantos desafíos, es imperativo que nuestros gobernantes escuchen, reflexionen y actúen en consecuencia, antes de que la indiferencia les pase factura en los resultados. En última instancia, el bienestar de los mexicanos debe ser la prioridad, y para ello, es necesario que la administración pública esté a la altura de las circunstancias.