columna joseluisSiempre he considerado al diputado Sergio Torres un político inteligente, cuyo desempeño como diputado local, diputado federal y presidente municipal de Culiacán ha sido, en general, satisfactorio y destacable. Sin embargo, lo ocurrido el martes pasado en sesión plenaria me ha dejado perplejo y cuestionando su liderazgo. En un arrebato que pareció venir de la nada, el diputado dirigió su furia contra la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) y sus autoridades, acusándolos de falta de transparencia y mal manejo de recursos. Este discurso, que parecía extraído de recortes de prensa de años anteriores, carecía de fundamento y no reflejaba la realidad: la UAS ha lidiado con innumerables denuncias durante casi dos años, sin que hasta ahora se haya demostrado alguna violación a la ley que empañe su imagen.

 

Es desconcertante ver cómo Torres, quien en ocasiones pasadas había mantenido una postura más bien neutral respecto a la UAS, se lanzó en contra de ella con tal intensidad. Su ataque no tiene precedentes en su trayectoria política y resulta irónico que en ningún momento se haya pronunciado con igual fervor contra los escándalos de desvíos de la administración de Quirino Ordaz, específicamente en relación con inversiones privadas como el Estadio El Kraken y el nuevo acuario en Mazatlán, ambos proyectos controversialmente ligados a dineros públicos.

 

Asimismo, es relevante recordar que la gestión de Ordaz dejó pendientes significativas, como el cobro de más de 2,000 millones de pesos por el IVA que debían entregarse al gobierno federal, suma que ahora se ha convertido en una pesada carga para la administración de Rubén Rocha. Irónicamente, el mismo Sergio Torres ha respaldado a Rocha en su lucha por cubrir dicha deuda, sin levantar la voz ni cuestionar las decisiones que llevaron a esta situación, lo cual plantea serias interrogantes sobre su compromiso con la fiscalización y la rendición de cuentas.

 

En un contexto donde la crítica constructiva es vital para el fortalecimiento de las instituciones, el ataque a la UAS resuena como una distracción de problemas más profundos y urgentes que afectan a nuestra sociedad. Cabe preguntarse qué llevó a Torres a explotar de esta manera. Su actuación no parece tener un propósito claro y deja entrever una frustración que se siente más personal que política.

 

Además, se debe considerar la reciente compra de maíz por parte del gobierno de Rocha, un movimiento que resultó en un endeudamiento considerable y en gastos adicionales que cargan aún más las arcas del estado. Este tipo de decisiones, posiblemente erróneas o mal gestionadas, son las que realmente deberían ser objeto de escrutinio, y es llamativo que Torres no haya mostrado el mismo ímpetu crítico para cuestionar estas acciones.

 

Incluso, su famosa frase “¿y si no, para qué?” resuena con una carga de incongruencia cuando se observa su reciente actitud hacia la UAS. La universidad es una institución que ha demostrado ser transparente y honesta, y resulta sorprendente que la respuesta de un político experimentado como Torres fuera un ataque feroz y descontextualizado hacia una de las entidades educativas más importantes de Sinaloa. En lugar de fomentar un diálogo constructivo, su intervención contribuyó a incrementar la polarización.

 

Con este panorama, creo que es fundamental que el diputado Sergio Torres ofrezca una explicación sobre su comportamiento. Los ciudadanos merecemos claridad en el accionar de nuestros representantes, especialmente sobre temas que pueden generar desconfianza en nuestras instituciones. Esta situación, además de dejar un mal sabor de boca, cuestiona la fortaleza de los vínculos entre los políticos y las universidades, pilares de la democracia y la educación en nuestro estado. Es tiempo de reflexionar y actuar con responsabilidad, no de ceder a impulsos que solo buscan desviar la atención de los problemas reales que enfrentamos.