columna joseluis

Ya son casi 40 años desde que Marshall McLuhan y Quentin Fiore publicaron su libro “La Guerra y la Paz en la Aldea Global”, sobre el papel de las comunicaciones y la tecnología en el desarrollo de la humanidad, y ahí pronosticaron que el mundo caminaba a convertirse en una “aldea global”, donde todos estaríamos más cerca e interconectados. Quizá no imaginaron hasta qué punto y el nivel de influencia, pero ahora que nos toca vivirlo sabemos que es descomunal y definitivo en todo, tanto que ya no hay margen de error.

 

México, en sus dos siglos de vida, ha experimentado el permanente acoso extranjero, particularmente de los Estados Unidos, que nos derrotó históricamente en 1848, cuando nos quitó la mitad de nuestro territorio y desde entonces han pretendido extender su influencia, hegemonía y propiedad directa. Para nadie es un secreto cómo pretendieron apropiarse de “las Bajas”, Sonora y Sinaloa en la segunda guerra mundial, cuando los bloqueó el entonces comandante del pacífico, General Lázaro Cárdenas, después de haber sido presidente de la república, quien concentró todo el ejército mexicano desde Manzanillo en Colima, San Blas en Nayarit, y todo Sinaloa y Sonora.

 

Tanta ha sido la injerencia de los gobiernos norteamericanos que permanentemente han bloqueado las posibilidades de interconexión y multilateralidad de México con el mundo, como ocurrió en 1985, que nos provocaron la peor crisis económica a raíz de los acuerdos de Miguel de la Madrid con el Reino Unido y la China nacionalista de Hong Kong, quienes pretendían instalar su planta industrial, su sistema financiero y crear una plataforma industrial para competir en el mercado estadounidense, ante la perspectiva de regresar su territorio a China comunista en 1997.

 

Los avances que se habían proyectado, unos se construyeron y otros quedaron a medias. Se construyó el oleoducto Campeche – Puerto Escondido, el puerto Lázaro Cárdenas, la siderúrgica “La Trucha”, la presa “Aguamilpa” y su hidroeléctrica en Nayarit, el puerto de “Topolobampo” y el complejo “Punta Eugenia” en Baja California Sur, siendo el más retrasado el ferrocarril “Chihuahua – Pacífico” que sería plenamente modernizado.

 

Todos, absolutamente todos, los bloqueó el gobierno norteamericano y lo hizo a tal extremo que impidió el ascenso de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la república en 1988 e impusieron a Carlos Salinas, de quien ya sabemos su historia de privatizar y entregar el país.

 

Hoy, después de 30 años de esa sumisión e integración a la economía estadounidense, con quien tenemos el 95% de intercambio comercial, nuestra vida política y económica es imposible de desarrollar al margen de esa premisa vital para el país.

 

Por eso no fue casual el fracaso de Peña Nieto cuando acordó con el gobierno chino la construcción de los trenes rápidos Querétaro – México y Toluca México, así como otras grandes obras, al extremo que fue multado con la suma de 3 mil millones de dólares y defenestrado por los norteamericanos, con Obama a la cabeza.

 

Y hoy, que se vive la guerra comercial Estados Unidos – China, México tiene que ser en extremo inteligente porque en ese pleito de gigantes podemos resultar más aplastados de lo que ya nos encontramos.

 

Por ello, es correcto lo que hace el gobierno mexicano de promover económicamente la zona de Centroamérica y no es casual la ayuda que para ello ofrece Europa, particularmente Alemania con Angela Merkel a la cabeza, precisamente para desactivar un factor de conflicto México – Estados Unidos por la migración que amenaza crecer de Centroamérica a nuestro país, y de aquí a los Estados Unidos.

 

También nos parece correcta la propuesta del canciller mexicano, Marcelo Ebrard, de que la salida no es una guerra de aranceles porque los dos países pierden, cuando México es el primer socio comercial en el mundo de los norteamericanos.

 

Como también es correcto no alentar el nacionalismo ramplón “antigringo” como lo ha expuesto AMLO al insistir en no pelear con Trump. Existen muchas vías y más aún cuando se ha accedido a firmar el TEMEC por parte de Estados Unidos. Así es la vida y no creo que exista otra salida más que negociar. Desde los tratados de “Guadalupe Hidalgo” no queda otra salida.