columna oscarPero ya sabemos que siempre quedan rastros,

hasta de lo que se dice en secreto.

Alfonso Reyes

Renovar no siempre es enderezar. Crítico irredimible con el actuar de jefes de policía, también sé reconocer sus aciertos y aportaciones a la seguridad ciudadana. Por ello lamento la salida del comandante Marco Antonio Almanza Avilés como director de la Policía de Investigación. Cuando se inició la localización de fosas clandestinas y las excavaciones buscando a los desaparecidos, Almanza era el jefe del grupo que nos acompañó en las búsquedas. No sólo se mostró muy profesional en su delicado trabajo, que implicaba nuestra seguridad y el trabajo de observar, hurgar en el terreno y localizar fosas.

 

Recuerdo su acompañamiento a la sindicatura de San Pedro, a unas parcelas cercanas al monumento a la heroica Batalla del 22 de diciembre de 1864, en que el general Antonio Rosales y sus tropas culichis derrotaron a los invasores franceses. Mientras los pares caninos (especializados en búsqueda de personas) hacían su trabajo sobre el terreno, oliendo aquí y escarbando allá, el comandante Almanza estaba al pendiente del comportamiento y de la acción canina, sin dejar de observar las irregularidades del terreno y de cualquier detalle que invitara a una indagación más en forma.

 

Después del interesante trabajo de los perros y de su experimentada responsable, entramos en acción todos con las varillas especiales. Había que peinar un poco más de cuatro hectáreas, hacerlo palmo a palmo. Los familiares, activistas y policías penetramos el vientre de la tierra, primero en la ribera del río y luego en las parcelas aledañas. Había un sol de canícula, pero el trabajo de búsqueda no se interrumpió. El paso lo marcaba el comandante Almanza. No caminaba con la prisa del que quiere terminar cuanto antes la tarea obligada, sino con el ritmo tranquilo del que no permite que quede un espacio sin revisar. Cada 50 centímetros dimos aviada a la varilla metálica con diseño especial para recoger material del fondo que tocaba, la lanzábamos contra el aluvión reseco de la parcela. Le imprimíamos fuerza y peso de nuestro cuerpo, buscando que al penetrar las características de una fosa clandestina brotaran ante nuestros ojos.

 

Allí donde se abriera con más blandura la tierra, podía estar una posible fosa. Bajo el sol abrasador no dejamos ningún rincón sin registrar. No encontramos lo que buscábamos, pero en esa orfandad que nos invade a los activistas ante los inminentes riesgos, un sentimiento de empatía con el grupo de policías que nos acompañó fue la ganancia del día. El sudor y el polvo acumulado en la jornada por unos y por otros, hermanaba una causa: la lucha por la localización de las personas desaparecidas.

 

En los pocos momentos de descanso en esas jornadas, Almanza nos comentó de sus afanes por doctorarse en derecho. Sin dejar de atender su trabajo, mantenía el ritmo al que obliga el aula y las tareas y lecturas sin fin que deben cumplirse para estar a la altura de sus aspiraciones. No nos presumió de las horas robadas al sueño para salirse con la suya, pero lo imaginamos.

 

Desconozco la razón por la que su superioridad le pidió dejar la Dirección de Policía de Investigación, hoy Comisaría. Pero no puedo dejar de asentar mi inconformidad. Pienso en las declaraciones del gobernador Rubén Rocha, que asegura que homicidios, desapariciones y feminicidios van a la baja; sin entrar en polémica ahora sobre la verdad absoluta al respecto, bien vale la pena preguntarse, ¿la labor realizada por el doctor Marco Antonio Almanza no abonó en algo para el logro de esos avances? Si así fue, ¿el mejor reconocimiento es pedirle que abandone su puesto?

 

Dos cosas me parecen muy importantes a destacar de Almanza: una larga carrera de 31 años como policía, escalada peldaño a peldaño, desde cadete de la Academia de Policía, como agente, como jefe de grupo, hasta la Dirección de la corporación a la que perteneció. Y su hoja de servicio. No es del dominio público alguna situación enojosa o de faltas graves a la moral como agente y como jefe de policía.

 

Por lo demás, esas hojas de servicio y esas ganas de superación académicas y como cuadro de policía, no son monedas de amplia circulación. Los gobiernos democráticos y que tienen una concepción avanzada de la seguridad ciudadana, deben sumar a los mejores policías a las tareas que se generan en este campo. Todos los sabemos y, por supuesto, mayormente el gobernador Rocha, que formar cuadros en la administración, en la política y en la policía, cuesta décadas y mucho esfuerzo. Desemplear esos cuadros, sobre todo en tiempos de crisis humanitaria, es una pérdida que puede dificultar más el logro de las metas que buscan los programas de gobierno. Es un vacío que los discursos no pueden suplir. Ojalá se rectifique, Vale.

 

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