columna joseluis

Ni duda cabe que Quirino Ordaz, como gobernador de Sinaloa, ha sido un dilecto amigo de los presidentes Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, y consecuentemente apoyado por ambos con la gestión de obras, particularmente para el puerto de Mazatlán.

 

En los casi cinco años del gobierno de Quirino Ordaz, Mazatlán se ha transformado tanto que ya supera aquella que desarrolló Francisco Labastida Ochoa con la construcción de la Zona Dorada, que representó un salto monumental para su época, que lo proyecta a competir con Puerto Vallarta y Los Cabos, y que lo ha hecho con todo el respaldo de dos gobiernos federales completamente distintos: Peña Nieto y AMLO.

 

Peña Nieto fue su aval para pasar como el “apóstol número once”, luego de aquellos diez precandidatos que se registraron al llamado del PRI en su convocatoria, a la que no se registró el ahora gobernador, pero resultó el propuesto de último momento por el presidente Peña Nieto y el PRI.

 

Luego, el 2018, resultó el mejor aliado de AMLO y MORENA, tanto que Sinaloa proporcionalmente al resto de estados, fue el que más votos otorgó a MORENA y al actual presidente, que reflejó un evidente acuerdo por las múltiples expresiones priistas que actuaron al lado de MORENA.

 

Ambos momentos son reflejo de una habilidad y poder que tiene el gobernador actual, que solo es posible comparar en los tiempos modernos con el periplo que siguió Juan S. Millán, primero derrotando a Labastida, luego venciendo a Lauro Díaz en la contienda interna del PRI, y más tarde, después del triunfo de Vicente Fox y el PAN en el año 2000, coorganizar la CONAGO (junto con José Natividad González Parás de Nuevo León y Tomás Yárrington de Tamaulipas) y desde ahí construir una alianza nacional con el gobierno panista muy exitosa, por lo menos para los gobiernos estatales del PRI.

 

Es obvio que en este momento, entre el presidente y el gobernador, prevalece una diferencia, que pese a las reiteradas visitas del presidente López Obrador a Sinaloa, no han podido zanjar: La candidatura de Rubén Rocha Moya por MORENA para gobernador del estado.

 

Desde la última visita del presidente (cuando dio el banderazo a la presa Santa María y la construcción de la red menor de la presa Picachos), previa a la del fin de semana pasado, cuando aún no se le elegía al precandidato a gobernador por MORENA, ya existían múltiples evidencias de que el gobernador Quirino no quería la candidatura a gobernador por Sinaloa de Rubén Rocha, impulsando con todo al “Químico” Benítez, quizá con la pretensión de llevar dos incondicionales a competir por MORENA y el PRI.

 

No logró entonces su propósito político, pese a las “trancas y palancas” que operó con ese objetivo, por lo que ahora seguramente ya no se tocó el tema y lo más probable es que le dio largas a la diferencia, tratando quizá en otro momento tengan oportunidad de intentarlo de nuevo.

 

A estas alturas del proceso electoral, en vísperas de los registros de los candidatos a gobernador, que inicia el próximo miércoles 17 de marzo, ya es muy difícil algún acuerdo en este aspecto entre el presidente y el gobernador, por lo que no es descartable un choque entre los dos proyectos que encabezan el gobernador y el presidente: El del PRI y el de MORENA.

 

Es cierto que hay tiempo todavía, pero cuando en política, como en la vida, hasta una cáscara de plátano puede hace resbalar a cualquiera, más aún con un conflicto de esta magnitud, que transitan hacia un choque inevitable.

 

Ya veremos en los sucesos por venir de qué tamaño se configura la diferencia y si puede provocar una fractura o una conciliación. Como decía Don Manuel Megido, cuando narraba las corridas de toros “a veces, vale más una graciosa huida que una apasionada entrega”.