columna joseluis

Cuando se dio el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en el Distrito Federal, por allá en 1997, creímos algunos que su gabinete sería un gabinete presidencial por ser la capital del país, contar con la mayor riqueza intelectual, cultural, política y ser la víspera de la elección presidencial del 2000, pero no fue así. De pronto vimos la planilla del gabinete y prácticamente la encabezaban puros perredistas, y con el tiempo el segundo y tercer nivel también, desaprovechándose así la primera señal de cambio y la preparación del futuro.

 

El poder sin duda nubla todo y tenerlo al alcance no admite razones ajenas. Lo mismo que le sucedió al PRD le ha sucedido a MORENA con los mismos ingredientes, incluido el personalísimo estilo unipersonal de AMLO, copia en esencia del de Cárdenas, tanto así que también AMLO ahora, igual que aquel en 1997, extendería su gobierno seis años más en la presidencia del país el 2000, no ocurrió así.

 

El sectarismo y la cerrazón a otras corrientes políticas y grupos de poder, ya fuera en acuerdos de gobierno o en alianzas políticas puntuales, fue la quiebra electoral de Cuauhtémoc Cárdenas el 2000 y tal parece que para el 2021 se configura el mismo escenario para MORENA y AMLO.

 

Es cierto que no existen las mismas condiciones empezando con que AMLO es y seguirá siendo el presidente de la república, pero no se pueden negar las similitudes de los gobiernos.

 

Desde el 1° de diciembre de 2018, cuando AMLO inició su gobierno, empezó a dinamitar puentes políticos, empezando por la absurda idea de frenar la construcción del aeropuerto de Texcoco e iniciar el “Felipe Ángeles” en “Santa Lucía”, dieron un paso muy importante, como en 1997 en el DF, institucionalizar los programas sociales y ampliaron a más sectores desprotegidos y de allí en adelante se dedicaron a una revisión de “todo el pasado conservador” para su aniquilamiento y lanzar sus proyectos monumentales muy cuestionados como el aeropuerto, la refinería “Dos Bocas” en Tabasco y el tren maya en la península de Yucatán.

 

Las diferencias que surgieron fueron paso a paso ampliándose y creciendo, al extremo de dividir y polarizar al país.

 

Al empezar su segundo año de gobierno, su retórica se recrudeció cuando la economía se deslizaba en caída de empleos y el PIB, donde surgieron voces de valorar soluciones de empresarios aliados a los que cortó por lo sano y simplemente no aceptó críticas ni sugerencias, que le indicaban revalorar el camino que llevaba el país, pero no aceptó y la pugna retórica de todos los días recrudeció.

 

La división del país ya era inminente, y cuando llegó la pandemia la arrogancia de la soberbia desdeñó los efectos y arreció aún más su discurso contra todo lo que se expresara con alguna diferencia en torno a su gestión.

 

La pandemia es cierto que puso en evidencia las fragilidades del sistema de salud heredado, pero también puso a flote la lentitud e ineptitud en torno al INSABI, que desmontó el seguro popular sin tener la estructura que lo sustituiría, tanto que en noviembre del 2019 convocaron en todo el país para contratar 30 mil plazas, se hicieron exámenes a más de 100 mil concursantes y hasta febrero del 2020 solo 1100 se habían contratado, cuando llegó la pandemia no había personal y fue la crisis de salud la que obligó a las carreras a implementar lo que se pudiera.

 

Tampoco entendieron los golpes en la economía que el COVID-19 había asestado a las economías europeas, que el aislamiento social les provocó una parálisis completa, como ocurrió aquí también, pero sin las medidas de protección que hicieron tarde los europeos y tampoco se aplicó el apoyo a empresas y trabajadores después del confinamiento.

 

El gobierno de AMLO ha defendido su estrategia general de gobierno, su plan anti COVID-19 y todos sus programas “a piedra y lodo”, como si se tratara de asuntos contra su gobierno y no críticas a su desempeño, a un trabajo que debe estar siempre bajo el escrutinio social cual debe ser siempre.

 

Esta confrontación le ha costado dividir, polarizar, enfrentar a la sociedad y atizar un ambiente de choque, como si se tratara de un golpe contra el estado y no una disputa política como se vive cotidianamente en todas las sociedades.

 

Por eso es lógico pensar que múltiples de sus aliados en el 2018 estarán pensando en sostener esa alianza, y el electorado es cierto que se abalanzó a las urnas a su favor, pero quizá no para ver lo que están haciendo en el gobierno. Es cierto que todo está en el aire, pero de que MORENA cruje… cruje.