Un triste adiós para el amigo y compañero Jaime Palacios, hombre de gran tradición en la lucha democrática en Sinaloa. DEP.
La idea de creer en un gobierno, en sus promesas y en su capacidad para resolver los problemas que enfrenta una nación, debería estar fundamentada en la confianza y en resultados tangibles. Sin embargo, al observar el desempeño de Morena y la Cuarta Transformación (4T) en México, surge la pregunta: ¿hay razones sólidas para sostener esa creencia? En mi opinión, la respuesta es un contundente no, reforzado por una serie de mentiras, engaños y una constante falta de acción resultante de una gestión ineficaz.
Después de siete años de narrativas que han demostrado ser cuentos mal elaborados, es evidente que hemos sido testigos de un deterioro significativo en varios aspectos del país, siendo Sinaloa un claro ejemplo de esta debacle.
El estado se encuentra sumido en una crisis que, lejos de centrarse únicamente en la falta de inversión o en la crisis del maíz o del camarón, tiene como piedra angular la inseguridad.
La violencia y la criminalidad han crecido desmesuradamente, y la respuesta del gobierno ha sido nula, alineándose más con la omisión y la complicidad que con un verdadero compromiso hacia la seguridad pública.
La descomposición del Estado mexicano se ha acelerado bajo este régimen.
Las pruebas no son meramente anecdóticas; son palpables y se evidencian en la vida cotidiana de millones de mexicanos. La 4T llegó prometiendo un cambio radical, pero, a lo largo de los años, ha demostrado que no sólo no ha sabido gestionar lo que encontró, sino que ha contribuido a una mayor fragmentación del tejido social. Un Estado fallido es producto de una gestión errática que convierte problemas complejos en un ciclo de inacción y promesas vacías.
Si bien es cierto que algunos programas sociales han logrado sacar a 13 millones de mexicanos de la pobreza alimentaria desde 2019, es crucial destacar que estos logros se ven empañados por el estancamiento en otros indicadores socioeconómicos.
Las remesas continúan jugando un papel fundamental en la economía de muchas familias, pero depender de este flujo externo para sostener la economía nacional es una estrategia peligrosa y poco sostenible.
A medida que la inseguridad se agrava, las vidas perdidas ascienden y los daños materiales se estiman en cifras astronómicas, la situación nos lleva a preguntarnos, ¿dónde están los frutos del esfuerzo gubernamental?
El colapso de sectores productivos, como la pesca y la agricultura en Sinaloa, es un reflejo más del abandono institucional. Exigir al gobierno respuestas concretas, como lo hizo Baltazar Valdez Armenta, líder de Campesinos Unidos, en torno al adeudo por apoyos agrícolas, resuena como un eco vacío en la administración que promete cambios y soluciones.
La retórica de los funcionarios estatales, como la secretaria de Pesca, Flor Emilia Guerra Mena, quienes mencionan sobreexplotación sin abordar las verdaderas causas del problema, habla de una desconexión alarmante entre las autoridades y la realidad que enfrentan los ciudadanos.
La anunciada llegada del tren «El Sinaloense» también ilustra la falta de seriedad en el cumplimiento de promesas.
La propaganda, que gira en torno a anuncios grandilocuentes, se convierte en una burla ante la ausencia de acciones reales. En lugar de soluciones prácticas, observamos espectáculos mediáticos que endulzan la decepción y el desencanto colectivo.
Los ciudadanos, cansados de discursos vacíos, se encuentran cada vez más escépticos respecto a las intenciones de gobernantes que solo buscan perpetuar su poder en lugar de servir a la sociedad.
Además, el circo electoral ya está en marcha, con estrategias que incluyen la compra de votos y la manipulación de resultados, acciones que muestran una falta total de ética política.
La reutilización de actores y guiones en un teatro desgastado no es sólo una falta de creatividad, sino un insulto a una población que arrastra el peso de la desilusión y el engaño. La sociedad mexicana no merece ser tratada como un mero objeto de manipulación y control político.
En conclusión, la falta de credibilidad de Morena y la 4T no se basa únicamente en palabras; es el resultado tangible de acciones, o la ausencia de estas, y de una narrativa que se ha desmoronado con el tiempo.
La confianza se construye con transparencia, acciones efectivas y resultados positivos. Sin embargo, lo que hemos presenciado es un complejo entramado de mentiras y fracasos que exacerban la crisis en la que se encuentra el país. No sólo necesitamos un cambio de administración, sino una transformación profunda que permita reconstruir la fe de una sociedad hastiada de promesas incumplidas.