Por años, Sinaloa ha sido orgullo agrícola de México: cuna del maíz blanco que alimenta al país y del tomate que conquista paladares más allá de nuestras fronteras. Pero en 2025, la postal ha cambiado: el verdor de los valles se desvanece ante la sequía, la incertidumbre comercial y el abandono estructural.
El maíz, ícono de identidad y sustento de miles de familias sinaloenses, enfrenta su ciclo más crítico en décadas. De más de 6 millones de toneladas cosechadas en 2023, ahora apenas se alcanzarán 1.7 millones. Las presas están secas, los pozos cada vez más costosos de operar, y los productores desmoralizados ante los bajos precios y las compras gubernamentales insuficientes. A esto se suma la prohibición del maíz transgénico, sin ofrecer alternativas tecnológicas equivalentes. ¿Cómo exigir rendimientos a un campo que se marchita?
En paralelo, el tomate —orgullo exportador de Sinaloa— tambalea. Estados Unidos impuso un arancel del 17%, asestando un golpe al corazón de un mercado que genera miles de empleos y millones de dólares. Aunque los invernaderos y la tecnificación han sido clave para resistir, los productores viven entre la incertidumbre política y la volatilidad de precios. El invierno salva, el verano ahoga.
Sin embargo, la esperanza no se cosecha con lamentos. Existen alternativas reales. La adopción de tecnologías como sensores, drones, inteligencia artificial, y sistemas de riego por goteo no es una opción futurista: es una urgencia. Hoy más que nunca, el campo sinaloense debe dejar de sembrar solo semillas y comenzar a sembrar datos, eficiencia y resiliencia.
Al mismo tiempo, el gobierno tiene una deuda que no puede posponer. Se necesita una política agropecuaria sólida: no bastan programas sociales dispersos o compras ocasionales. Se requiere inversión en infraestructura hídrica, investigación, acceso a financiamiento y seguros agrícolas asequibles. Y sobre todo, una defensa firme de los productores mexicanos ante los embates comerciales externos.
Sinaloa no merece ser un desierto por omisión ni un rehén del clima o la geopolítica. Su campo ha sido generoso con el país. Ahora le toca al país —y especialmente a sus gobernantes— ser recíprocos con la tierra que nos alimenta.
Porque mientras haya manos que siembren, habrá futuro. Pero el futuro exige voluntad, inteligencia y compromiso.
CPC, LD y MI Gilberto Soto Beltrán
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