Ante los problemas de cualquier tipo no hay fórmulas mágicas, pero siempre ante cualquier problema se construyen los escenarios probables y los alternativos más viables, todo lo cual tiene como prerrequisito, en el marco de un espacio democrático como es la UAS, el que se realice la información, reflexión y consulta más amplia, profunda y buscando el costo menor, cuestión que se dice fácil, pero es difícil desarrollar, máxime cuando se trata de un cúmulo de intereses gremiales y hasta personales que sobreponen la viabilidad de la UAS; es quizá el problema mayor.
Por eso es inteligente y adecuado que la discusión sea integral, que no quede aspecto sin escudriñar y discutir, para que las soluciones sean multilaterales y los saldos resulten menores.
La exposición que ha hecho el rector Jesús Madueña Molina tiene varios momentos y matices cuando se propone que se analicen todos los gastos para reducirlos al máximo posible y al mismo tiempo que se compacten y así visualizar las soluciones menos traumáticas.
Es obvio que los aspectos más relevantes del gasto se ubican en la jubilación dinámica y las prestaciones contractuales que se desbordaron, por decirlo de alguna manera, como son, por ejemplo, las primas vacacionales a jubilados y los montos de los aguinaldos que hoy por hoy, de acuerdo a la legislación laboral, la jubilación dinámica no existe; los días de aguinaldo máximo llegan a los 40 días y es inexplicable que un jubilado reciba prima vacacional si ya no trabaja.
Tan solo esos tres rubros suman en conjunto 3500 millones de pesos del total de 7800 millones del presupuesto anual de la UAS, casi el 45% del gasto total de la universidad, gasto que en el futuro inmediato 2026 será el 51% y en el 2027 el 57%, y para el 2028 ya rebasará el 60%, lo que significará la quiebra de la UAS y otros tres años perdidos sin soluciones.
Para algunos, como lo han expresado, es crudo y hasta cruel el diagnóstico que presentó el subsecretario de la SEP, Ricardo Villanueva Lomelí, pero el enfoque al análisis no debe ser observado desde ese ángulo, sino si es real o no el problema del déficit financiero de la UAS, sus causas y esa perspectiva de quiebra, inviabilidad de la universidad.
Otro enfoque es cerrar los ojos, ignorar la crisis, que sea lo que Dios quiera, y salve el que pueda, y a ver qué pasa con la UAS si sobrevive.
Otra posición cómoda que puedo firmar es la de simplificar el problema y descargar las obligaciones financieras en los gobiernos estatal y federal, enfocando las baterías contra ellos para que lo resuelvan y parar todas las actividades de la UAS.
Sin duda no hay varitas mágicas y lo que se impone es un enfoque que construya una gran alianza interna dentro de la institución con todos sus actores y luego otra con los gobiernos del estado de la República.
En el país corren tiempos muy difíciles y no existe institución pública que no sufra penurias económicas; unos más, otros menos, pero no existe ninguna al margen. Por eso las soluciones para la crisis financiera de la UAS son una especie de todos ponen, porque no hay solución fácil y menos se piensa unilateralmente.
Se trata de integrar esfuerzos y, para ello, el primer paso es reconocer si el problema existe o no: ¿hay crisis financiera en la UAS?, ¿hay riesgos o no de que se invisibilicen algunas o todas las funciones de la UAS? Es la premisa fundamental para rescatar a la UAS de esa crisis, sí o no.
Para avanzar en ese sentido, los pruritos, las diferencias, los rencores, ánimadversiones e intereses no deben prevalecer para que obstruyan el diálogo, la conciliación, los acuerdos y las acciones que unidos todos en la UAS deben emprender para evitar la quiebra de la institución. La división es fatal y es el peor camino; por ello, el diálogo es para construir acuerdos y no ahondar diferencias. Ojalá se comprenda la ruta a seguir