Por qué la ciudad no arranca —y qué tendría que cambiar ya
Culiacán vive una paradoja: en el papel, la economía estatal muestra un respiro gracias al campo; en la calle, el comercio, los servicios y la construcción siguen con el freno de mano. La capital de Sinaloa, corazón logístico y financiero del estado, debería ser el motor del crecimiento. Hoy es un motor desincronizado: a ratos acelera con la horticultura; a ratos se ahoga entre inseguridad, agua escasa y políticas públicas que confunden nómina con desarrollo.
El golpe invisible de la inseguridad
Nada erosiona más rápido una economía urbana que la sensación de que salir de casa es un riesgo. Culiacán encabeza la percepción de inseguridad en el país: eso se traduce en horarios recortados, mesas vacías por la noche, inventarios que se mueven más lento y una prima de riesgo que encarece todo—desde el repartidor que no entra a ciertas colonias hasta el seguro que sube o, peor, no se consigue. La “cuesta de la violencia” es un impuesto no legislado que pagan consumidores, emprendedores y trabajadores con menos ventas, menos empleo y menos movilidad social.
El agro aguanta… pero no alcanza
El repunte agrícola es real y relevante: el ciclo y los precios ayudan, y la infraestructura de empaque y frío ofrece ventajas competitivas. Pero sostener una ciudad de más de un millón de habitantes con estacionalidad agroexportadora es como querer construir un edificio de diez pisos con varilla para cinco: funciona… hasta que deja de hacerlo. El arancel al tomate impuesto por Estados Unidos no es una anécdota; es una alerta. Depender de pocos cultivos y de un solo mercado vuelve frágil la cadena de valor: basta un cambio regulatorio para borrar márgenes, liquidar empleos estacionales y dejar bodegas a medio gas.
Agua: el cuello de botella que nadie quiere ver
El almacenamiento en presas mejoró, sí, pero sigue en zona de riesgo para planear con holgura. Sin agua suficiente y bien gestionada, la ciudad enfrenta un doble candado: el campo restringe siembras y la industria alimentaria difiere inversiones; la urbe, por su parte, acumula costos para asegurar suministro. El agua dejó de ser un tema técnico de ingenieros hidráulicos: es el condicionante número uno de la inversión privada en el valle.
Cuentas públicas: gasto que pesa, inversión que no despega
El presupuesto municipal mantiene una proporción excesiva en servicios personales. Es políticamente cómodo, económicamente estéril. Culiacán necesita espacio para inversión productiva urbana: seguridad focalizada por corredores económicos, movilidad, iluminación inteligente, digitalización de trámites, parques industriales con garantías de energía y agua. Sin ese viraje, la ciudad seguirá pagando nómina mientras se vacía la base productiva que la sostiene.
Inmobiliario y construcción: la resaca de la liquidez fácil
Años de liquidez atípica inflaron precios y expectativas. La normalización era inevitable. Hoy la construcción privada luce cauta, y con razón: no hay mayor enemigo del ladrillo que la incertidumbre. El reto es pasar del “ganar por metro cuadrado” al “ganar por ciudad”: densificar con servicios, mezclar usos, asegurar transporte y, sobre todo, blindar corredores con seguridad y mantenimiento. Mientras la ecuación siga siendo “terreno + preventa + suerte”, el capital serio tendrá mejores opciones en otras plazas.
La trampa de la supervivencia diaria
Comercio y servicios reducen daños: operan más temprano, acotan zonas, migran a entregas y cobranza digital. Sobreviven. Pero sobrevivir no es crecer. Para romper la trampa, la ciudad debe ofrecer a sus MIPYMES algo más que cursos y buenas intenciones: crédito con garantías parciales, compras públicas que paguen a tiempo, ventanillas exprés, acompañamiento para exportar y escudos anti-extorsión que funcionen. No se trata de inventar la pólvora: basta ejecutar con disciplina.
Lo que sí puede hacer Culiacán (y pronto)
- Seguridad con inteligencia y foco. No todo puede custodiarse, pero sí lo crítico: centrales de abasto, parques industriales, zonas de restaurantes, rutas logísticas. Cámaras que sirven, patrullaje visible, reacción rápida y una sola mesa de mando con metas semanales. Medir aforos nocturnos, llamadas por extorsión y tiempo de respuesta como KPI económicos, no solo policiales.
- Agua como política industrial. Reducción de fugas, tarifario que premie eficiencia, riego tecnificado y priorización de cultivos en estiaje. Un plan de contingencia urbano-industrial—con calendarios, inversiones y responsables—es más valioso que cualquier eslogan.
- Diversificación agroexportadora. Menos dependencia del tomate y más valor agregado: IV y V gama, envase y trazabilidad con certificaciones. Apoyar la apertura de nuevos mercados (Canadá, UE, Medio Oriente) y promover coberturas de precio y tipo de cambio. No es heroísmo; es gestión de riesgos.
- Giro presupuestal. Congelar crecimiento de nómina y canalizar cada peso liberado a inversión en seguridad, agua y digitalización de trámites. Regla simple: cada proyecto debe bajar un costo real de hacer negocios (tiempo, riesgo o dinero) en menos de 12 meses.
- Blindaje MIPYME. Línea de garantías municipales/estatales para crédito de capital de trabajo, pago oportuno a proveedores locales, y protocolo anti-extorsión con acompañamiento legal y tecnológico. Meta: que abrir, operar y crecer en formalidad sea más barato que esconderse en la economía informal.
- Nearshoring con apellido. Culiacán no es Monterrey ni Tijuana; su ventaja es la agrologística. Ofrecer parques de frío, inspección sanitaria ágil y conectividad carretera segura. Vender eso—no promesas genéricas—es la ruta más corta para atraer inversión que sí ancle empleo.
El costo de no decidir
La ciudad no está condenada; está indecisa. Cada trimestre sin decisiones es empleo que no se crea, talento que se va y capital que migra. Culiacán necesita una agenda de 12 meses, 12 decisiones: una por mes, verificable, con responsables con nombre y apellido. Si la inseguridad se contiene en corredores, si el agua se gestiona como activo estratégico y si el presupuesto se disciplina, el agro volverá a ser palanca y no muleta; el comercio, un multiplicador y no una víctima.
La economía culichi no pide milagros: pide Estado que proteja, reglas que se cumplan y prioridades que se noten. El reloj corre; la ciudad también puede. Pero primero tiene que decidir hacia dónde.
CPC, LD y MI Gilberto Soto Beltrán
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