Por más que el Servicio de Administración Tributaria (SAT) presuma cifras históricas, la recaudación fiscal de 2025 es un reflejo de dos realidades paralelas: la eficiencia institucional y, al mismo tiempo, la fragilidad económica del país.
Durante el primer semestre, el fisco mexicano recaudó 2.8 billones de pesos, un crecimiento real del 8.2 % respecto al mismo periodo de 2024. Un logro que, a primera vista, sugiere solidez fiscal. Sin reformas tributarias, sin aumentos de tasas y con un esquema de simplificación de trámites y digitalización, el SAT ha logrado mejorar la cobranza como nunca antes. La fiscalización intensiva a grandes contribuyentes, la vigilancia en aduanas y la ampliación de la base tributaria —con más de un millón de nuevos contribuyentes en el padrón— explican gran parte de estos resultados.
Sin embargo, detrás de estas cifras hay una realidad menos alentadora. La economía mexicana crece a un ritmo débil, con estimaciones de apenas 1.3 % para 2025, muy por debajo de lo previsto por la Secretaría de Hacienda. En otras palabras, el aumento en la recaudación no proviene de una economía dinámica, sino de una presión recaudatoria más intensa sobre los mismos sectores productivos. Esto plantea un dilema: ¿hasta qué punto la recaudación récord es sostenible si la base económica no crece al mismo ritmo?
Además, gran parte de esta recaudación se diluye en programas sociales de alto costo, que si bien tienen objetivos de bienestar, consumen una porción creciente del presupuesto sin generar retornos económicos claros. A esto se suman las pérdidas operativas y subsidios que absorben proyectos como Dos Bocas, el AIFA y el Tren Maya, que continúan demandando recursos públicos multimillonarios pese a su bajo rendimiento económico. Estos egresos presionan aún más las finanzas públicas y obligan al gobierno a exprimir al máximo su capacidad recaudatoria para sostener un gasto que no necesariamente se traduce en crecimiento.
Más preocupante aún es la dependencia del ISR e IVA, que concentran más del 80 % de los ingresos tributarios. Mientras el ISR creció 8.1 % y el IVA 12.5 % en el periodo enero–mayo, el IEPS apenas se movió y la recaudación aduanera depende de un contexto de importaciones volátil. Cualquier choque en consumo interno o comercio exterior podría golpear de lleno las metas de la Ley de Ingresos 2025, que proyecta más de 5.29 billones de pesos en impuestos para alcanzar los 8 billones de ingresos totales.
El SAT ha demostrado que, con inteligencia administrativa, es posible aumentar la recaudación sin nuevos impuestos. Pero también ha dejado en claro que, sin crecimiento económico sólido y políticas que incentiven la inversión, estas cifras corren el riesgo de convertirse en un espejismo fiscal: números que lucen impresionantes en los informes, pero que dependen de una cuerda cada vez más tensa entre contribuyentes y autoridad.
La verdadera discusión no debería ser solo cuántos pesos recauda el SAT, sino cómo convertir esta recaudación récord en motor de desarrollo, mientras se revisa la viabilidad de programas y proyectos que drenan recursos sin retorno económico real. De lo contrario, 2025 podría pasar a la historia como el año en que México recaudó más… mientras crecía menos y gastaba más en iniciativas de dudosa rentabilidad.
CPC, LD y MI Gilberto Soto Beltrán
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