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= “He inaugurado obras inconclusas, a causa de los gobernadores”, lamentó.

 

= Un error de logística impensable, en el anecdotario político del Estado

 

= “Que le quede claro al arrestado: que fue ¡por pendejo!”

 

= La maxi pista Culiacán-Mazatlán, la obra cumbre del sexenio de FL

 

= La concentración humana más grande de la administración de Labastida

 

La maxi pista Culiacán-Mazatlán se inauguró una tarde de octubre de 1992, cuando ya agonizaba el sexenio gubernamental de Francisco Labastida Ochoa. La puso en operación el presidente Carlos Salinas de Gortari, quien vivía, en cambio, sus mejores momentos, tras la elección para diputados federales de 1991, comicios en los que el partido del presidente simplemente ganó 296 de los 300 distritos de todo el país. Eso reivindicó a Salinas, luego de las grandes dudas generadas en el proceso de 1988 y que persisten hasta la fecha.

Salinas de Gortari era un presidente poderoso. Ejemplos categóricos: la detención de Miguel Félix Gallardo y la destrucción de dos imperios: el de Joaquín Hernández Galicia, en el sindicato petrolero y el de Carlos Jonguitud Barrios, en el magisterial. Los precios del petróleo en el mercado internacional estaban en jauja y la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, era cosa de trámite. Estabilidad en el mercado cambiario, con una Bolsa de Valores en ascenso.

Ese Salinas de Gortari es el que vino a Sinaloa aquella tarde de octubre de 1992, para abrir al tráfico la maxi pista y prácticamente para entonarle las Golondrinas a Paco Labastida, cuyas diferencias con Salinas eran del dominio general.

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Y bueno.

La carretera entre Culiacán y Mazatlán (respaldada por capital privado, según decían de Carlos Slim) constituyó la obra cumbre del sexenio de Labastida y su inauguración, el acto político más grande realizado durante su administración. Tras recibir al presidente, la comitiva partió desde el aeropuerto internacional de Culiacán con destino al puerto. Había gente prácticamente a lo largo de roda la rúa, particularmente en comunidades y poblaciones beneficiadas con el paso de la misma. En todos los puntos, la consigna era la misma: el agradecimiento al presidente por su apoyo al gobernador para la cristalización del proyecto.

Obviamente, la caravana la encabezaban no menos de diez patrullas, que le abrían paso a un autobús de lujo, donde viajaba el presidente, el gobernador Labastida y la comitiva de Carlos Salinas; en una segunda unidad, elementos del Estado Mayor Presidencial; en una tercera, los periodistas de la ciudad de México, siempre privilegiados por encima de los locales; en la cuarta, los de casa, con un Nacho Lara – director de comunicación del gobierno del Estado -, siempre atento y solicito a todos sus reclamos y requerimientos. Y detrás una procesión interminable de vehículos de todo tipo, muchos particulares inclusive.

Apenas aquello comenzaba, cuando se produjo un error de logística impensable e histórico a final de cuentas:

Al llegar al “trébol” del poblado “El Diez”-distribuidor u como se llame -, la unidad guía tomó equivocadamente el carril hacia la “Costerita”, rumbo a la carretera a Mazatlán; pero a la Internacional, la vieja, no la maxi pista, que era la que se inauguraba en esos momentos. Todos hicimos un gesto de desconcierto; pero la totalidad de los vehículos siguió la caravana, con la idea de que posiblemente se tratase de algo no previsto en el itinerario; pero no. Aquello fue un error garrafal de logística, tanto del EMP, como del equipo del gobierno estatal.

El convoy todavía avanzó unos kilómetros sobre esa carretera de solo un par de carriles, hasta que rectificó el itinerario, en un sitio adecuado para ello. Y ahí viene la caravana de regreso, para tomar el rumbo correcto, en medio de un desconcierto generalizado y de todo un caos en la circulación vehicular.

Ya corregida la ruta, la columna continuó, con toda normalidad, hacia el punto señalado para el desarrollo de la ceremonia inaugural, a la llegada a la ciudad, justo frente a las instalaciones de la Policía Federal de Caminos. El programa contemplaba la participación del agricultor Eduardo Leyson Castro (en representación de la sociedad civil); del gobernador Labastida y por supuesto del presidente Salinas.

La maxi pista Culiacán-Mazatlán fue una obra altamente aplaudida por la sociedad sinaloense y por todo el Noroeste de México en general, al propiciar una carretera de cuatro carriles desde Mazatlán, que se conectó con la “costera” en las inmediaciones de la ciudad de Guamúchil, para continuar prácticamente hasta la línea divisoria con el vecino estado de Sonora. Hacia el Sur, se modernizaron los tramos Mazatlán-Rosario y Rosario-Escuinapa, lo que colocó a Sinaloa como uno de los estados con mejor red de carreteras a nivel nacional.

Entre Mazatlán y Culiacán, por obvias razones, existe una gran conectividad, la cual superó todas las predicciones, tras la inauguración de esta carretera en octubre de 1992, prácticamente dos meses antes de que Labastida Ochoa le entregara la gubernatura al ingeniero Renato Vega Alvarado.

En fin.

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Con el sol en el ocaso y en medio del calor de octubre, que todavía es más de verano que de otoño, la caravana llegó a Mazatlán, con un Carlos Salinas de Gortari no de muy buen humor precisamente.

Ahí, al descender del autobús, el jefe del Estado Mayor Presidencial le entregó el parte de novedades y le informó del arresto del oficial responsable del error.

-Algo más general – le contesto Salinas – que le quede claro: que se la arresta ¡por pendejo!

Y vinieron los discursos: el del Tano Leyson; el del Labastida y el del presidente Carlos Salinas de Gortari, cuyo ánimo había mejorado ya; pero, de cualquier modo, aprovechó la oportunidad, para un mensaje acorde a su personalidad:

-Se trata de una carretera impresionante; de hermosos paisajes, propios de las bellezas naturales de este Estado. La he recorrido completa y quise hacerlo así, para quedarme con la seguridad de que está totalmente terminada. Ya me han engañado algunos gobernadores, en cuyos Estados inauguramos obras sin concluir; pero aquí, por fortuna, no es el caso: Paco Labastida les ha cumplido a los sinaloenses.

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Por cierto.

En más de una ocasión, Labastida Ochoa aceptó, en diferentes pláticas con este columnista, la existencia de desacuerdos con Carlos Salinas de Gortari, especialmente cuando ambos trabajaban, bajo el mando de Miguel de la Madrid en la Secretaría de Programación y Presupuesto del gobierno federal, con José López Portillo, como presidente de la nación. Sin embargo – aclaraba – “no eran diferencias personales” sino “discrepancias sobre política y el rumbo de la nación”.

Ya con Salinas como presidente ¿“hubo regateos a su gobierno? Luego de transitar juntos por más de cuatro años en sus respectivas responsabilidades?” Le preguntamos.

-Fíjese que más que regateos del presidente Salinas, lo que hubo fueron grandes apoyos a Sinaloa – contestó - Y le doy ejemplos: la maxi pista Culiacán-Mazatlán; la presa Huites, en el norte del Estado; el dragado de Topolobampo; el proyecto de desarrollo urbano Tres Ríos, la Marina Mazatlán y grandes y modernas vialidades en las principales ciudades de Sinaloa. Lo reconozco plenamente: sin ese apoyo del presidente Salinas, hubiese sido imposible concretar tantos proyectos.

Entonces, algo muy grave debe haber acontecido más tarde. Mucho tiempo después. Incluso, luego de que Labastida se desempeñó como embajador de México en Portugal, por indicaciones de Salinas. La frase de Labastida, cuando ganó la candidatura a la presidencia, en 1999, tras doblar a Roberto Madrazo en la contienda interna del PRI, aún resuena en el túnel del tiempo:

-Acabó el PRI mafioso: ¡el PRI de Salinas…!

Algo pasó de nuevo. Evidentemente. ¿No…?