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El buen amigo Juan de Dios Meyer Félix, en su columna radiofónica de todos los días, “Apuntes para mis nietos”, el martes 2 de marzo planteó un cuestionamiento y una propuesta para cuando la humanidad logre el control de la pandemia del COVID-19, regrese paulatinamente la nueva normalidad y el mundo piense en su futuro, concluyendo su reflexión de que el problema global, más importante e inmediato, consistirá en la lucha de todos contra el fenómeno del cambio climático.

 

Coincido con Juan de Dios, creo que la humanidad llegó a un punto ante la irracionalidad y la racionalidad sobre el tema, tanto que un punto medular de la agenda en la reciente campaña presidencial, entre republicanos y demócratas en Estados Unidos, entre Joe Biden y Donald Trump, que ahora representa parte esencial de la agenda del presidente de Estados Unidos, el país número uno junto con China, que producen más gases de efecto invernadero y afectan la capa de ozono que cubre nuestro planeta.

 

Juan de Dios partía de un hecho muy sencillo, la poda de árboles que el ayuntamiento de Guasave hace todos los años, señalando ese hecho, tan solo por la fecha en la que se hace, rompe ciclos biológicos como la reproducción de algunas aves que anidan en esos árboles y que es en marzo y abril cuando más se reproducen, por lo que la poda de esos árboles destruye sus nidos, algo que se puede evitar fácilmente y que resulta una contribución para esas especies.

Años, dice Juan de Dios, tiene señalando este ecocidio (hasta bautizó a los podadores como “los mochomos”) hace años y ningún gobierno municipal lo ha escuchado, incluido el de nuestra amiga Aurelia Leal, algo tan sencillo y de mucha ayuda, precisamente en esa lucha que, como dice nuestro querido amigo Juan de Dios, debe ser la tarea de toda la humanidad después de la pandemia.

 

Hace muchísimos años leí un libro que me sorprendió profundamente, “La dialéctica de la naturaleza” de Federico Engels, escrito por allá en 1883 y publicado por primera vez en 1925, donde el autor afirmaba que de continuar el paso, descontrol y aplicación de la ciencia y la tecnología en la naturaleza, por la irracionalidad del capital cuya esencia es la ganancia, en dos siglos el planeta sería devastado y significaría el propio aniquilamiento de la humanidad.

 

La reflexión teórica, filosófica y científica que elaboró durante décadas este científico alemán, y que resumió en su libro, hoy lo vemos reflejado fehacientemente en la conducta voraz e irracional de ese capital al que la misma ciencia le enseña con sus nuevos descubrimientos que se puede empatizar y ser amables con la naturaleza, incluso se puede recuperar mucho de lo que hemos perdido, incluso especies destruidas.

 

De que se puede sanar el medio ambiente y reducir los daños a la naturaleza cada día es más viable y tangible, cuando la ciencia tiene ya tantas posibilidades de sustituir tantas cosas que dañan, como el petróleo, así como hacer racional todo nuestro contacto con ella, como el caso que plantea Juan de Dios en Guasave y que todos podemos hacer en nuestros ámbitos. Así tendrá que ser. O cambiamos o se cumple el pronóstico de Engels.