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¿Dónde cayó la vida? ¿Dónde quedó asustada?
Eduardo Galeano


Millones de trabajadores salieron a las calles reivindicando viejas y nuevas demandas. Los cinco continentes fueron escenario y testigos de las acciones obreras. De los países no quedó excluido Estados Unidos, que hasta hoy no ha aceptado el 1º de mayo como Día Internacional del Trabajo. Sus trabajadores no pueden olvidar que la histórica huelga general de Chicago del 1º al 3 de mayo de 1886 es su referente de resistencia laboral, como lo es para el mundo.


El Estado norteamericano ha impuesto el  primer lunes de septiembre como día del trabajo, pero no puede imponer el olvido. La memoria de George Engel, Adolf Fischer, Louis Ling,  August Spies, Albert Parsons, Michael Schwab, Samuel Fielden y el mundo del trabajo de Chicago, que emplazó a la autoridad para que se legislara y se hiciera efectiva la jornada de las 8 horas, no podrá ser borrada de la conciencia obrera norteamericana con todas las campañas de odio a través de los 133 años transcurridos. Podrán pasar diez siglos y esa memoria seguirá fresca. No han faltado quienes lucran con ella desde el poder; pero siempre habrá quienes les respondan, como la inscripción sobrepuesta a la placa conmemorativa en Chicago: "Primero tomaron vuestras vidas, ahora explotan vuestra memoria."


En las manifestaciones de México y Sinaloa las raíces de lucha de clase también estuvieron presentes. Imposible borrar el recuerdo de la primera huelga de trabajadores mexicanos en el año de 1873, en una empresa maderera del estado de Chihuahua. Es el origen del pujante movimiento obrero que precedió a la Revolución de 1910. Los mineros de Cananea en 1906 y los textileros de Río Blanco en 1907, fueron a la huelga exigiendo condiciones laborales dignas y la jornada de las 8 horas. Nuestro movimiento de trabajadores también tiene memoria y las figuras de los hermanos Flores Magón, Praxedis Guerrero, Juan José Ríos, Antonio I. Villarreal y una pléyade de huelguistas está presente entre nosotros. 

La asistencia de organizaciones democráticas y de combate a los desfiles en México y Sinaloa, los primeros en un régimen político de reciente estreno y producto de la irrupción de masas trabajadoras y de clase media al proceso electoral que culminó el pasado 1° de julio, fue mayor a la de los años recientes. Sus demandas de siempre allí estuvieron presentes y las de nuevo cuño también: salarios dignos, derecho a la sindicación, derecho a la contratación colectiva, entre otras. Ahora cobran fuerza los reclamos contra los retrocesos sufridos durante la larga noche que arrancó en 1982 y que aún busca prolongarse a pesar de que el nuevo gobierno se declara antineoliberal: no surgieron nuevos sindicatos porque la política era terminar con ellos, no en vano el porcentaje de los trabajadores organizados cayó de un 17 por ciento a poco menos del 10.

Y al caer la fuerza sindical, los derechos conquistados fueron disminuyendo. La jornada laboral de 8 horas y el derecho al séptimo día de descanso son sólo una feliz historia del pasado en inmensidad de empresas en todo el país. No estoy exagerando, basta visitar cualquiera de los centros comerciales de la ciudad de Culiacán u otra y preguntar a los empleados (mujeres y hombres) sobre la duración de su jornada de trabajo. La respuesta dejará con la boca abierta al más pintado de los defensores de derechos laborales. Y el problema no para allí, pues hay que agregar que además de una jornada que se puede prolongar se por 9 o 10 horas, el séptimo día se volvió humo en esas empresas. Alguien de los que son sindicalistas o al menos oficinistas con fines de semana libres y con vacaciones, ¿puede imaginarse un año laboral de 365 días sin interrupción? Pues lo hay en no pocas partes de México.

¿Qué hará la reforma laboral recién salida del horno del Congreso de la Unión contra estas infamias laborales? Espero que sea palanca para dejar sin efecto ese retroceso histórico; pero una cosa debe quedarnos muy clara a todos los involucrados: que si no hay exigencia desde los mismos trabajadores y denuncia de la práctica de alargar de manera inhumana la jornada de trabajo, poco o nada pasará en la vida real del trabajo. Lo mismo vale para el séptimo día y todas las prestaciones que fueron conquistadas en lucha y tiempo que costaron sangre, cárcel y muchos sacrificios.

En esta nueva etapa, donde el gobierno se declara antineoliberal el movimiento de los trabajadores deben mantener en alto sus demandas, sin perder de vista la responsabilidad histórica de ir también por una transformación del país que cambie las reglas del juego en todos los aspectos, donde la inclusión de los pobres no sea sólo un sueño más, donde la igual entre mujeres y hombres se acerque a lo que la cultura de los derechos humanos plantea, donde el derecho de los niños a la salud, la educación y la vivienda sea una realidad. Nos espera un periodo de luchas intensas, pero el futuro está al alcance de nuestro esfuerzo. Vale.

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