columna oscar

 

Después resulta difícil dejar de olvidar

porque la vida ya se ha formado entonces

con puros retazos de penas.

Fausto T. Velázquez

 

México votó por un cambio el 1° de julio de 2018, pero abundan quienes creen que pueden pasar por alto esa voluntad popular. Y los que ponen por delante intereses propios no sólo se ubican en el sector privado, están en el servicio público y no se ruborizan por marchar en sentido contrario a la transformación que reclama el pueblo. Por las consecuencias que ello tiene en materia económica, política, social y ambiental, no podemos dejar de comentar y de invitar a la reflexión sobre lo que acontece.

 

Soy un cliente frecuente de la cadena de restaurantes Tai Pak y en las últimas ocasiones que ido a comer, contra toda costumbre de la empresa, no había quien nos atendiera en la recepción. Antes que yo estaban algunos clientes esperando y luego llegaron otros. Tuvimos que llamar la atención para que alguien viniera a buscarnos mesa. El servicio en las mesas también demandó nuestra espera. La primera observación obligada era que no tenían el personal suficiente. Quise pensar como defensor de los derechos humanos en que la parte ausente disfrutaba de merecidas vacaciones. Me equivoqué de cabo a rabo.

 

La razón del escaso personal para la gran cantidad de consumidores fue una muy distinta y triste: la exitosa empresa de comida oriental paga apenas 700 pesos semanales a meseros y personal de atención directa al público y los de cocina no pueden presumir una situación de privilegio. Pero la situación injusta no para allí, pues la empresa les descuenta a los trabajadores el equivalente a un 3 por ciento del total de las ventas, de las propinas que dejamos los consumidores. Como no todos los clientes dejan propina o muchos dejan menos del 10 por ciento, la cuota de las propinas apropiadas por la empresa puede rebasar el 40 o 45 por ciento del total de las mismas.

 

Las propinas son el complemento de los magros e injustos salarios que reciben los trabajadores en empresas de servicios, pero cuando no pueden disfrutar completa esa cortesía junto a sus familias, se ven obligados a dejar esos empleos a los que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) les llama trabajos indecentes. Esa es la razón por la que no encontré el personal que habitualmente observo en el Tai Pak. Ojalá la Dirección del trabajo se dé una vuelta por esa empresa y le aclare a sus propietarios que las propinas son cortesía de los comensales para los trabajadores, no para la empresa. Y que los clientes empecemos a tener opinión sobre lo que pasa en una empresa que nuestro dinero nos cuesta.

 

El presidente municipal Estrada Ferreiro ha declarado la guerra a los vendedores ambulantes de Culiacán, bueno no sólo a ellos. Los reporteros, el Tribunal de lo Contencioso y ahora el Stasac son parte de esos frentes abiertos. Mientras las empresas calificadoras internacionales afirman que el crecimiento de nuestra economía se desacelera y lo reitera el Banco de México. Y aunque López Obrador manifestó su desacuerdo en la materia, la Secretaría de Hacienda lo reconoce, mientras los gobernantes locales de Morena poco hacen para remontar esos pronósticos. Sin proyecto alguno para darle carácter de urbe a Culiacán manteniendo su rostro humano, la gran aspiración manifiesta es barrer con los vendedores ambulantes del centro de la capital, de las inmediaciones de los hospitales públicos y del Parque Las Riberas.

 

El desalojo sin alternativa es sinónimo de desempleo, del que ya provienen todos los vendedores ambulantes. Prohibirles trabajar es incrementar la tasa de quiebra de negocios, aunque sean pequeños. Impedir la actividad del comercio en pequeño, sí el de las calles, que data al menos desde la Nueva España (500 años), es apuntalar las predicciones de estancamiento económico. Con las políticas conservadoras del presidente Estrada Ferreiro, no sólo se maniatan las posibilidades de desarrollo del comercio en pequeño, de paso se golpea el mediano y gran comercio, a donde acuden los primeros para proveerse o para el consumo familiar. De paso se ahorcan los ingresos del ayuntamiento, al dejar de cobrar derechos de piso y productos en las oficinas del municipio.

 

No sé si haya conciencia en el presidente acerca de la disminución de ingresos durante los dos primeros meses, gracias a las dificultades que impuso a los contribuyentes que siempre hemos pagado de manera puntual (muchos se reservaron realizar el pago del predial), pero lo que ahora se hace no aporta nada en beneficio del bien común. Con tal de imponer la medida de lastimar a los vendedores ambulantes se han lanzado campañas de división entre los mismos y por otro lado meten a más comerciantes, contradiciendo el supuesto interés de detener su crecimiento. Y por si esto fuera poco, en estos días y en vísperas del emplazamiento a huelga del sindicato de trabajadores, al viejo estilo autoritario Priísta, se da una injerencia directa en los asuntos internos del sindicato, se desconoce el valor legal del Contrato colectivo y pone en riesgo las buenas relaciones institucionales y el buen funcionamiento de la estructura municipal. Los ciudadanos que apostamos por la Cuarta Transformación del país y que lo ratificamos en las urnas, con mucha razón podemos decir que esas medidas no tienen nada que ver con el cambio reclamado. El derecho humano a ganarse la vida, debe encontrar una respuesta positiva en el presidente Estrada Ferreiro, no su rechazo. Vale.

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